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Voto de TOM REGAN:
6
7,0
140
Bélico. Drama. Terror. Ciencia ficción
Dos hombres -uno casado y el otro, amante de la mujer del primero- coinciden en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial y comparten los horrores de la batalla. Remake del propio Gance de una obra suya de 1919. (FILMAFFINITY)
23 de enero de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
12/12(12/01/18) Profundo antibélico francés realizado por Abel Gance, una sentida oda al pacifismo, un furibundo ataque a las Guerras y a su pestilencia, pero todo lo bueno que son sus 40minutos de inicio durante el final de la Gran Guerra queda infantilizado en un alargadísimo e histriónico devenir de situaciones que el tiempo ha dejado en simplistas y de un buenismo que entronca con lo optimista pueril. En 1919, el director francés Abel Gance lanzó su epopeya antiguerra 'J'accuse', después de haber luchado en los primeros días del conflicto, antes de ser declarado médicamente inadecuado, sabía de primera mano lo que era tener la muerte hurgando en sus costuras. Su película fue filmada durante los últimos días del conflicto en 1918; de hecho, muchos soldados que pronto se convertirán en forraje para el voraz conflicto de la molienda de carne actuaron como extras mientras estaban de permiso desde el frente de batalla. Este film de 1938 es una nueva versión de la película de 1919, también fue dirigida por Gance, añadiendo nuevo escenario, donde prima (y se le da demasiado metraje) a su lucha para evitar estallido de nuevo conflicto. La película comienza en los últimos días del conflicto, mientras que la primera película comenzó en los días previos a la guerra y el tema del triángulo amoroso de la película anterior es subtrama colateral que lastra. Esta versión se centra más en la inutilidad de la Gran Guerra y, lo que es más importante, lo poco que se ha aprendido de esa sangría masiva a medida que los beligerantes una vez más flexionan sus músculos. Fue estrenada en París el 22 de enero de 1938, menos de ocho meses antes de la declaración de la Segunda Guerra Mundial. "Yo acuso", epígrafe inspirado en el homónimo de Zola de la injusticia detrás del asunto Dreyfuss, film quizás impulsado por los vientos de guerra que auguraba otro gran conflicto sobre Europa, montado en la ola de obras como la también gala “La Gran Ilusión” (1937). Cinta de marcados tintes expresionistas, mezclados con ciencia ficción influenciados por el cine de terror, ello entrelazado a una edición que incrusta secuencias reales de batallas, enunciados ya de su incisivo arranque, mostrando las penurias de la vida en las trincheras, el hastío de los años de belicismo, el sinsentido de continuar peleando aún con el Armisticio ya proclamado, y tras esto el relato decae en el desequilibrio, metiéndonos un melodrama romántico chirriante espeso que nada suma, para desembocar en un clímax muy pasado de rosca en su utópico mensaje, donde nos hacen comulgar con ruedas de molino, con unas escenas sobreimpresionadas en algunos momentos bastante cutres (incluso en su momento), donde se pretende asustar al mundo con un ejército de zombis. Las ansias de impactar de Abel Gance chocan con un buenismo propio de una ingenuidad pura, e impropia de alguien con un mínimo mundo.
Una obra que cautiva en su primer tercio, con ese potente empiece en un escenario de guerra, un pueblo masacrado a bombas, y en una fuente de una plaza un crucifijo volcado (invertido) en una fuente donde una paloma blanca se hunde sin vida bajo el agua mugrienta, para luego pasar al día adía de un destacamento militar enfrascado en los últimos días de un conflicto que los ha destrozado anímicamente, pero siguen manteniendo dignidad, ensalzando la amistad y camaradería reinante, así como el despotismo de los altos mandos, en esto seguro que sirvió de influencia a Kubrick para su magna “Senderos de gloria”. Emitiendo este tercio un realismo y un calado emocional punzante.
Pero como ya he dicho cuando acaba la Guerra la narración desbarra entre el melodrama impostado (no se sabe porque no dice a Edith la promesa que hizo a su marido), y que luego en triple salto mortal Jean Díaz se enrolle con la hija, resulta muy rebuscad y poco creíble. Ello mezclado con un invento “milagroso” que acabará con las guerras (¿?), y en el tramo final un viraje estrafalario mezclado con la demencia, con lo absurdo, con lo sobreactuado, alargado como la visita de los suegros, sin medida de síntesis, sintiéndose en su clímax del ejército de los muertos una especie de clase didáctica para niños de primaria por su buenismo (otra vez utilizo el palabro que mejor define a esta cinta y a su creador). A estos e suman unas actuaciones sobreactuadas hasta lo hiriente, empezando por un Jean Díaz que empieza biuen en su primer tercio, pero cuando termina la guerra se abraza al histrionismo desbocado.
En el primer tercio, Gance repite su película de 1918 del mismo título, en el segundo tercio lleva la historia adelante, y el tercero final es otra cosa. Explorando el viejo campo de batalla de Verdun en una tormenta eléctrica, Franzen, veterano de la trinchera, experimenta una experiencia transformadora no especificada. Más tarde, con el conflicto mundial a punto de estallar de nuevo, invoca a los espíritus de los muertos en la guerra que, en un eco de la imagen anterior, se levantan y desfilan con reproche. Se convoca un "Consejo Universal", se cancela la guerra, los muertos vuelven a sus tumbas. Históricamente, estos pasajes son un complemento invaluable para Munich '38. Como cine, su absurdidad y vulgaridad inconscientes (veteranos desfigurados genuinos junto con extras en maquillaje de ghoul) los marcan como Gance puro.
Una obra que cautiva en su primer tercio, con ese potente empiece en un escenario de guerra, un pueblo masacrado a bombas, y en una fuente de una plaza un crucifijo volcado (invertido) en una fuente donde una paloma blanca se hunde sin vida bajo el agua mugrienta, para luego pasar al día adía de un destacamento militar enfrascado en los últimos días de un conflicto que los ha destrozado anímicamente, pero siguen manteniendo dignidad, ensalzando la amistad y camaradería reinante, así como el despotismo de los altos mandos, en esto seguro que sirvió de influencia a Kubrick para su magna “Senderos de gloria”. Emitiendo este tercio un realismo y un calado emocional punzante.
Pero como ya he dicho cuando acaba la Guerra la narración desbarra entre el melodrama impostado (no se sabe porque no dice a Edith la promesa que hizo a su marido), y que luego en triple salto mortal Jean Díaz se enrolle con la hija, resulta muy rebuscad y poco creíble. Ello mezclado con un invento “milagroso” que acabará con las guerras (¿?), y en el tramo final un viraje estrafalario mezclado con la demencia, con lo absurdo, con lo sobreactuado, alargado como la visita de los suegros, sin medida de síntesis, sintiéndose en su clímax del ejército de los muertos una especie de clase didáctica para niños de primaria por su buenismo (otra vez utilizo el palabro que mejor define a esta cinta y a su creador). A estos e suman unas actuaciones sobreactuadas hasta lo hiriente, empezando por un Jean Díaz que empieza biuen en su primer tercio, pero cuando termina la guerra se abraza al histrionismo desbocado.
En el primer tercio, Gance repite su película de 1918 del mismo título, en el segundo tercio lleva la historia adelante, y el tercero final es otra cosa. Explorando el viejo campo de batalla de Verdun en una tormenta eléctrica, Franzen, veterano de la trinchera, experimenta una experiencia transformadora no especificada. Más tarde, con el conflicto mundial a punto de estallar de nuevo, invoca a los espíritus de los muertos en la guerra que, en un eco de la imagen anterior, se levantan y desfilan con reproche. Se convoca un "Consejo Universal", se cancela la guerra, los muertos vuelven a sus tumbas. Históricamente, estos pasajes son un complemento invaluable para Munich '38. Como cine, su absurdidad y vulgaridad inconscientes (veteranos desfigurados genuinos junto con extras en maquillaje de ghoul) los marcan como Gance puro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La puesta en escena bascula entre lo notable (y lo falso de sus dos tercios finales) de la recreación de la mugrienta primera línea de batalla, el bullicio, la masificación, el pueblo derruido, ello gracias al decorador Henri Mahé (“El paraíso perdido”), pero el montaje de Madeleine Crétolle incrusta imágenes de guerra reales que se sienten metidas con calzador, se nota el corta y pega, lo bueno realzado por la fotografía de Roger Hubert (“Los niños del paraíso”), exponiendo expresionismo en la captación de esos rostros ajados que emiten cansancio y desesperanza, todo lo mencionado referente al primer tercio, en el resto todo me queda impostado y artificioso, donde las emociones desborradas quedan de un dramatismo sobrepasado.
Spoiler:
Destacar que en el desfile de muertos de la Gran Guerra aparecen decenas de desfigurados, pues no es maquillaje, son cientos de veteranos de guerra reales mutilados y deformados en la guerra.
Gance en su clímax se zambulle en el surrealismo hipertrófico, primero mostrando en un hábil montaje en que una tormenta asola el Cementerio y Osario de Douaumont (Tributo a los caídos en la Batalla de Verdun), una edición nerviosa vibrante, el cielo se encoleriza, y Jean Díaz parece dirigir esta locura pidiendo a los muertos que se levantes de sus tumbas para impresionar a los vivos sobre los horrores de la Guerra, las cruces desaparecen, y los muertos se yerguen formando un ejército del Horror, llevando en sus rostros las señales de los peor de las Guerras, y con este desfile de zombis se supone que los países cederán y pactaran la Paz (puaj!). Solo digerible para para mentes muy simples. Y es que la simbología está apoyada en un subrayado plano.
En conjunto una cinta notoriamente partida en dos, donde su primer tercio resulta atractivo y cala en el espectador, pero que en su centro deambula peligrosamente por el tedio, y en su rush final desemboca en una moralina de parvulario. Fuerza y honor!!!
PD. En el buenismo antropológico de Abel Gance, que pretendía? Que los franceses no pelearan contra los nazis? Que le hicieran la ola en los Campos Elíseos? Hay algo más importante que la Paz, y es la lucha por la Libertad. El Pacifismo no es la panacea, es el valor para defender tus derechos por ser Libre. Y lo peor es que Gance sabía ya de los estragos que Hirler estaba ya imponiendo en Europa en 1938. Pero si te enteras que el director galo vio en el colaboracionista (con los nazis) Philippe Pétain el medio de la salvación del país durante la WWII, las cosas se aclaran.
Spoiler:
Destacar que en el desfile de muertos de la Gran Guerra aparecen decenas de desfigurados, pues no es maquillaje, son cientos de veteranos de guerra reales mutilados y deformados en la guerra.
Gance en su clímax se zambulle en el surrealismo hipertrófico, primero mostrando en un hábil montaje en que una tormenta asola el Cementerio y Osario de Douaumont (Tributo a los caídos en la Batalla de Verdun), una edición nerviosa vibrante, el cielo se encoleriza, y Jean Díaz parece dirigir esta locura pidiendo a los muertos que se levantes de sus tumbas para impresionar a los vivos sobre los horrores de la Guerra, las cruces desaparecen, y los muertos se yerguen formando un ejército del Horror, llevando en sus rostros las señales de los peor de las Guerras, y con este desfile de zombis se supone que los países cederán y pactaran la Paz (puaj!). Solo digerible para para mentes muy simples. Y es que la simbología está apoyada en un subrayado plano.
En conjunto una cinta notoriamente partida en dos, donde su primer tercio resulta atractivo y cala en el espectador, pero que en su centro deambula peligrosamente por el tedio, y en su rush final desemboca en una moralina de parvulario. Fuerza y honor!!!
PD. En el buenismo antropológico de Abel Gance, que pretendía? Que los franceses no pelearan contra los nazis? Que le hicieran la ola en los Campos Elíseos? Hay algo más importante que la Paz, y es la lucha por la Libertad. El Pacifismo no es la panacea, es el valor para defender tus derechos por ser Libre. Y lo peor es que Gance sabía ya de los estragos que Hirler estaba ya imponiendo en Europa en 1938. Pero si te enteras que el director galo vio en el colaboracionista (con los nazis) Philippe Pétain el medio de la salvación del país durante la WWII, las cosas se aclaran.