Empezaban los años 90 (una década gloriosa para el cine) y el prestigioso director Ridley Scott (El “bueno” de los dos hermanos, se decía en la época) nos regaló el mejor título de su amplia filmografía. Con un guion excepcional de Callie Khouri, que se llevó el Óscar sin asomo de discusión, Scott consiguió una película redonda.

El público se entusiasmó y se emocionó (y recuerda la experiencia treinta años después) con las peripecias de estas dos mujeres convertidas instantáneamente en símbolos: la cerebral Louise y la impulsiva Thelma, tan distintas y tan amigas, dispuestas a todo con tal de ayudar a la otra y a no traicionarse a sí mismas. Susan Sarandon y Geena Davis, nominadas ambas para actriz principal (algo insólito) aún son recordadas por estos papeles, y la película (donde despuntaba Brad Pitt) se convirtió en un clásico y en un símbolo, calificada como “feminista” cuando en realidad le va mejor el adjetivo “humanista”. Una obra maestra.