No son pocos los méritos de esta película. Un filme capaz de provocar, hasta en el espectador más aguerrido, sentimientos tales como el odio, el aburrimiento, la desidia, el desprecio y la ira no es una película cualquiera.
Hablo como no, de la nueva obra maestra de Uwe Böll, director (por llamarlo de algún modo) de perlas tan ilustres como "House of the Dead", "Bloodrayne" y "Dungeon Siege" todos ellas, incluso la que nos ocupa, adaptaciones de videojuegos de moda. Para ayudarle en su cometido, un plantel de extraordinarios actores, de la talla de Christian Slater ("Kuffs, poli por casualidad"), Stephen Dorff ("Blade") y Tara Reid ("American Pie"), que no dudamos, han escogido este proyecto por su honda carga dramática, su guión altamente intelectual y sus megaoriginales efectos especiales.
Acompañan en la tarea unos cuantos bichos en cuyo árbol genealógico no nos extrañaría encontrar a Alien (pero el de Alien vs Predator)después de beneficiarse al monstruo de Resident Evil y a un par de armadillos inocentes que pasaban por ahí. En teoría, los bichos vienen a matar a todo lo que se mueve y a dominar el mundo o algo así, pero en la práctica se limitan a correr desaforadamente de aquí para allá, cual participantes de una maratón con más dopaje de la cuenta.
No me quedé a ver el final, así que no sé quien ganó la carrera, pero espero con ganas el día en que se instituya una Oficina de Atención al Espectador, en la que podamos reclamar daños y perjuicios mentales por insultos cinematográficos como éste.