Al realizador británico Christopher Nolan se le ha acusado frecuentemente de estar más interesado en la estructura narrativa y los aspectos técnicos de sus películas que en la parte humana de las mismas.

Desde luego, a aquellos que apoyen esta teoría, Memento les debe servir como firme ejemplo para sostenerla. Esta película supone un ejercicio mental constante en el espectador a la hora de seguir la trama, debido a que Nolan nos enseña escenas de pocos minutos, seguidas no de la escena que debería sucederla según un orden cronológico normal, SINO de la escena anterior.

E inluso esta rutina es rota en ocasiones para ofrecernos otra pequeña historia que, actuando como metaficción, ofrece al espectador una pequeña explicación de algunos aspectos de la trama principal. Total: que con semejante embrollo, es fácil que a uno se le pueda olvidar que hay una historia humana y desgarradora detrás de todo este artificio.