Tremendo dilema moral el que se pone sobre la mesa: las leyes actuales no permiten combatir el narcotráfico ni el terrorismo ni el comercio de seres humanos de forma adecuada. En realidad, los malos son al menos tan inteligentes como los amantes de la ley y el orden, de manera que continuamente encuentran huecos en las leyes para colarse entre su articulado de palabrería redundante para conseguir sus aviesos fines sin que la ley consiga imponerse y se escapan continuamente al oficio de los jueces y de los cuerpos de seguridad: una auténtica faena. Pero de vez en cuando surgen todo tipo de salvadores de la patria que se ofrecen de manera altruista para combatir al mal. Casi prefiero a los superhéroes de cómic, que a estos héroes que montan la batalla por su cuenta a las fuerzas del mal sin sometimiento alguno a los parlamentos ni a las leyes ni a las jurisdicciones de aplicación. En este caso, el personaje de Benicio del Toro contaba con una buena escusa que conforme pasan los minutos se debilita y te demuestra que su respuesta es absolutamente desmedida. Benicio algo sobrado en un papel que le queda como un guante.
La protagonista Emily Blunt rezuma inocencia a borbotones y, aunque intenta comprender la brutalidad del equipo en el que se integra, mantiene su ingenuidad intacta hasta la escena final, aún a pesar de los riesgos que corre su vida, tanto a manos de los malos como a manos de sus propios compañeros.
Horrible axioma el de justificar las acciones violentas para salvaguardar la seguridad del común. Así los aliados se han lanzado al bombardeo indiscriminado de ISIS omitiendo el amparo de la ONU, para qué?, y poniendo en entredicho todo tipo de derechos civiles con la escusa de protegernos de los malos.
Si la ves como una película de acción, puede quedarse en el montón, con efectos más o menos llamativos, dependiendo de lo acostumbrado que estés a este tipo de películas. Si la ves pensando en quién de los dos bandos hace una guerra más sucia, gana algunos puntos, aunque la temática no sea original.