Extraordinaria incursión de Kramer ( de nuevo demostrando su adicción tan desmedida como acertada del blanco y negro más dramático y abrupto) en un tema de irreprochable actualidad, incluso ahora mismo, en que los "testigos de Jehová, y otras sectas al uso, siguen vertiendo lágrimas de emoción ante la interpretación "hiperliteral" del Sagrado Texto, por mucho que los hallazgos demoledores de ciencias tan "poco empíricas" (Nótense las comillas) como la arqueología y la paleontología se les pasen por la punta de las narices, para dejar patente que los problemas de la humanidad devienen del carácter mismo del ser humano, no del hecho de que una señora pegase un bocado a una rica manzana "golden"

Una controversia, por otra parte, muy creíble en la época y contexto geográfico en que se desarrollan los hechos. Y todo ello al servicio de dos interpretaciones impagables: Un magnífico Tracy, y un soberbio, aúnque excedido (casi hasta el histrionismo) March. Un encuentro de titanes, en donde los matices, funestamente antagónicos de ambos personajes se enfrentan sin piedad ( el uno para con el otro) en un apasionante drama judicial, que a pesar de su contundente mensaje pretende dejar abiertas ciertas puertas a la tolerancia, no ya de los que defienden las razones de la ortodoxia científica, sino la de ambos bandos: Resulta conmovedor el intento de acercamiento hacia una antigua amistad que hace Fredric March, aúnque solo sea para recibir una respuesta casi displicente de suave rechazo, pero demoledora por su contundencia: March: " Qué ha podido suceder, querido amigo, para que tú y yo nos hayamos distanciado tanto?" Tracy: "Bueno....ahí tienes la evolución.." O bien las sinceras concesiones de Tracy a la creencia religioso-oficial: "La Biblia es un libro magnífico". (El que esto escribe tampoco lo pone en duda)

Sorprende no poco la presencia de secundarios de lujo en papeles enormemente distantes de sus habituales incorporaciones, como el duro Claude Atkins, interpretando a un pastor conceptista, no obstante tan brutal en sus creencias fundamentalistas, que parece el villano por excelencia del film.

Una estupenda e interesantísima apuesta de Kramer, por dos de sus actores favoritos, que hace pensar que el brillante director situó la cámara de forma estratégica en una sala de juicios y simplemente les dijo. "A vuestro aire..Lucíos..."

Interesante y eficaz alegato, con muchos aciertos, y algún que otro sobre exceso en el discurso. Muy estimable.