No cabe duda de que estamos ante un film que obtendrá un gran número de detractores y de seguidores dependiendo de los gustos de cada uno y de la forma en cómo ven en cómo debería ser un western, pues ahí se erradicará la diferencia y la pluralidad de gustos si se busca algo épico o algo más cercano al dramatismo y a lo crepuscular.

Siguiendo una trayectoria similar a la que fuera el estilo habitual de Sergio Leone en sus westerns, Andrew Dominik dota al film de un ritmo pausado, calmado, sin prisas. Trata de narrarnos su historia mediante largos planos, unas pausas entre los personajes exageradas donde lo que más destaca es su intercambio de miradas prescindiendo en la medida de lo que sea posible el uso de diálogos.

El resultado es una película de lo más “refinada”, pues se sumerge en el lirismo, tendiendo incluso a situaciones bastante rebuscadas, alejándose de la epicidad de otros films de su género. Es en pocas palabras, una película contemplativa. La cinta es además bastante larga, pero su sentido del ritmo pausado hace que se siga con gran tranquilidad, interés y armonía, siempre y cuando el espectador no busque acción y aventura.

Las actuaciones son sencillamente exquisitas, Casey Affleck está soberbio en el personaje de Robert Ford. Tampoco hay que olvidar el gran trabajo de Brad Pitt, pues su carisma hace que su interpretación gane muchos enteros al interpretar a un personaje que dice más con la mirada que con las palabras. Todo se junta con una muy bella fotografía y una cuidada y bastante ausente banda sonora.

Estamos ante un film de lo más singular y atípico, que atrapará a unos sin remedio y aburrirá a otros por igual dependiendo de qué entienda cada uno por un film perteneciente al western, aún así, vale la pena darle una oportunidad, lo mejor es verla sin ningún tipo de expectativas ni contemplaciones, lo mejor es dejarse llevar y sumergirse en su trama. No dejará a nadie indiferente.