Sin ser mala, “Eyes wide shut” no resultó ser la película redonda que estuviera a la altura de otras del emblemático director. Su intento por polemizar en el ámbito del erotismo y su lado más oscuro fue bueno, pero le salió en primer lugar un metraje excesivo. Además, este último trabajo de Kubrick parece por momentos demasiado forzado en determinados aspectos (ver spoiler). Quizá sea culpa de la novela en la que está basada, pero Bill Hartford encuentra demasiadas casualidades relacionadas con el placer carnal en muy pocas horas, algunas de ellas casi innecesarias. Probablemente la idea era dejar claro que el sexo está presente en la sociedad inevitablemente, pero “cogido con alfileres”.
El punto de partida de la película despierta cierto interés, ya que la mente humana es capaz de imaginar muchas cosas con una simple alusión a un tema concreto. Desde luego la infidelidad puede pesar bastante sobre una persona que ha antepuesto el amor hacia su mujer por encima de cualquier tentación. Quizá por ello el personaje de Tom Cruise es presentado al espectador como el perfecto marido que acaba siendo devorado por las circunstancias. Tras unos cuantos altibajos, el argumento cobra fuerza con el descubrimiento que realiza el médico gracias a la involuntaria colaboración de su amigo.
Respecto a si Cruise y Kidman eran la pareja ideal para interpretar a los protagonistas, creo que fueron elegidos por Kubrick para acrecentar el morbo que puede suscitar este género con matrimonios reales. Tom asume el papel más relevante y soporta bien la carga. Sin embargo, opino que Nicole tiene un rol a veces incluso desustanciado y, curiosamente, la he visto más atractiva en otros títulos en los que ni siquiera se desnudaba.
A destacar el Vals nº 2 de la Suite “Jazz” de Shostakovich como tema principal de la película, así como la estética bastante cuidada de las escenas más eróticas.