Para ver esta película uno debe estar relajado, a ser posible en pantalla grande y sobre todo dejarse llevar. En la narración puede que haya algún despiste y varias imágenes fruto del ego del director. De cualquier forma tenemos ante nosotros un gran película. La historia de un hombre perdido en lo banal. Un escritor que no escribe en un mundo que para él, no funciona.
La fotografía es brillante con una cámara que no para de moverse en toda la película avanzando y adentrándose como el que busca algo constantemente. Es un ejemplo de simbolismo, como ya he dicho a veces redundante y otras incomprensible.
Roma es el escenario de unos personajes que representan diferentes elementos de la sociedad y que se van desnudando y mostrando sus miserias al más puro estilo Sorrentino. No es del gusto de todos, aviso.
Toni Servillo se mueve danzando el ritmo de la música escondido en una noche eterna crápula y vacía, curiosamente llena de cultura y religión. El dibujo de una Roma que para este autor está falta de belleza. Aparte de músicas electrónicas y propias de cualquier discotecas la banda sonora que acompaña a la película es exquisita y merece una especial atención mezclando lo espiritual y lo mundano.