... gracias por traernos a Tim Burton de vuelta.

Toda una galería de guiños y personajes se abren paso sin empujarse, con orden y buen hacer, sabiendo que tienen décadas de profesión.

Esto es una película, una historia que emociona, que te hace echar la lagrimita, reir con su buen toque de humor negro y hasta pensar un poco. Gracias profesor Zryz...mmm...., esto, Sr. Price. Gracias sr. Price, por recordarnos que todos quieren los productos de la ciencia, pero que la mayoría la teme porque no les gusta las preguntas que plantea. En estos tiempos de crisis y de vuelta a la Edad Media, ya tocaba que alguien se atreviera a recordárselo a mayores y niños.

Al niño Victor Frankenstein no se le puede más que querer y aplaudir por no darse por vencido, hasta su padre termina dándole la razón. No es extrañar: ¿quién no querría mantener a su lado a un perro como Sparky? El mejor amigo de un niño.

Y así, asistimos a una sesión de resucitación dentro y fuera de la sala orquestada por niñas raritas, gatitos lindos y métodos escatológicos de adivinación; masas de aldeanos enfurecidos esgrimidores de antorchas que habitan sosas urbanizaciones y sosas vidas; perras que se llaman Perséfone; la negra ambición que acaba poseyendo a los compañeros de clase de Victor y que termina por despertar las más horribles pesadillas...

Un cuento con olor y color a película clásica, de esas que, reconocedlo, muchos echábamos de menos.