Ver una película de Navidad es como ir a comer una hamburguesa, sabes que muy buena no debe de ser, pero una de vez en cuando no viene mal y la disfrutas. Claro que lo que no esperas es que te pongan una hamburguesa de 300 kilos delante.

Esto es lo que me ha pasado con Una navidad de locos, me esperaba ver la típica película americana navideña; luces, nieve, villancicos, compras, compras y más compras (lo que viene siendo esta fiesta en la actualidad). Lo que no me esperaba yo es tener una sobredosis de todas estas cosas.

El barrio en el que se desarrolla toda la trama es de postal, da la impresión de que en cualquier momento se va a abrir y va a empezar a sonar un villancico. Luces, luces y luces, más luces que en 5 películas de este género juntas. Nieve, árboles, adornos, muñecos de nieve, atuendos navideños, pavos y muchísimo espíritu navideño (que viene a ser comprar, comer y decorar la casa). Todo es tan tan tan sumamente cargante que acaba por explotar.

El pijerío reinante, con grandes fiestas y donaciones para los menos afortunados, ya lo paso por alto porque es costumbre en todo este tipo de películas.

En conclusión, si quieres acabar tirado en el suelo mientras inconscientemente cantas a voz en grito Rudolf es un reno no lo dudes, Una navidad de locos es tu película.