'The Phantom Menace' es la película que me descubrió este universo cuando estaba a punto de cumplir ocho años. Le tengo especial cariño, hacía demasiado que no la veía y, sinceramente, creo que se le ha maltratado muchísimo durante todo este tiempo. Sí, claro que le sobran ciertas cosas y que es bastante más política, con varios puntos, incluso, que se hacen difíciles de comprender en el sentido de si aportan o no algo a la saga –¿midiclorianos? ¿en serio?–, pero por algo había que empezar.

En esta cuarta/primera entrega descubrimos el poder de los jedi –y de los sith– y ese halo mítico que les rodea. Son personajes respetados y antiquísimos, muy por encima del resto. Lo mismo pasa con sus antagonistas –joder, no se puede molar más que Darth Maul–, algo que se pone de manifiesto en otro duelo de sables láser, a tres bandas, espectacular y, como casi siempre, trágico.

La cinta guarda, además, muchas similitudes con la original, la 'Star Wars' del propio George Lucas, pero, si bien es cierto que en la tercera parte de las antiguas, en 'Return of the Jedi', los mismos paralelismos se sentían poco inspirados, faltos de ideas, aquí parece que se trate más de un homenaje, con Anakin Skywalker anticipando el pasado y la figura de Luke.

Que sí, que Jar Jar Binks puede llegar a ser exasperante, pero también lo era C-3PO que, como el gungan, no deja de ser un personaje muelle o comodín, utilizado, más bien, para dotar de cierto humor a la saga. Ninguno de los nuevos personajes desentona demasiado y, una vez más, Liam Neeson se sale.

Me gusta este episodio I y no me avergüenza decirlo. De hecho, me la sé de memoria y es uno de los VHS que mejor guardo. La Federación de Comercio, Tatooine, el precioso Naboo, la carrera de de vainas, la "bladerunniana" Coruscant, el Consejo Jedi, el doble sable láser rojo y la música de John Williams son ya parte de mi imaginario y de este universo irrepetible.