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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
4
Drama Década de 1990. Tonya Harding es una prometedora patinadora sobre hielo estadounidense, una joven de clase obrera, siempre bajo la sombra de su implacable e insensible madre, pero con un talento innato capaz de hacer un triple axel en competición. En 1994, su principal rival para los Juegos Olímpicos de Invierno es su compatriota Nancy Kerrigan, a la que, poco antes de los Juegos, un matón a sueldo la golpea la rodilla con una barra de ... [+]
25 de septiembre de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Theodor Adorno, junto a su colega Hockheimer, publicó en 1946 la que quizás sea la obra más importante y lúgubremente profética que ha dado el pensamiento occidental en un siglo: Dialéctica de la Ilustración. Obviamente, este no es el sitio para despiezar el texto, pero lo mejor es su autopsia descarnada de la industria del entretenimiento. Para Adorno, la función de principal del cine (como gran medio de masas) es domesticar y alienar a la clase trabajadora; destruir cualquier rastro de rebeldía, enseñarle que se humillado y explotado es lo “normal” y a centrar su odio y resentimiento social, no contra el Poder, sino contra aquellos que están incluso peor con él.

Pues bien, pocos casos más descarados de ese venenoso “mensajito” ideológico como esta “pilicula”. ¿Crees que exagero, que se me va? Lo analizamos, venga.

Yo, Tonya debería ser una tragedia. Objetivamente, es la historia de una chica pobre nacida en una familia desestructurada en lo más tópicamente deprimido de la “América profunda”: condenada desde su nacimiento a tener una vida de mierda en los límites de la marginalidad. Pues bien, pese a este destino ya escrito, esta chica, a base de ovarios y voluntad, consigue abrirse camino en uno de los deportes más repugnantemente elitistas y clasistas que existen, consiguiendo pasar por encima de decenas de niñas pijas de Manhattan. Hasta ahí, estamos ante una obvia historia de superación, que debería causar admiración en cualquiera. De hecho, sería exactamente ASÍ como esta película nos vendería su historia si su protagonista fuera una chica negra… Pero no, Tonya no era negra, sino una “redneck”, así que el escudo de lo políticamente correcto no la protege. Lástima.

Por supuesto, sus actos posteriores son indefendibles, pero una cosa no quita la otra: una película justa con su historia sería, e insisto, una tragedia: la historia de una caída, de un sueño roto… ¿Y qué hace la película? Ridiculizarla desde los títulos de crédito: mostrar su historia con el desprecio arrogante con el que un niño pijo universitario de Harvard ve siempre a aquellos que trabajan con su manos: convertir su vida en un chiste y ridiculizar sus logros como poco más que golpes de suerte. Una historia de superación convertida en contra ejemplo social.

Y sí, amigos, aquí entra Adorno: he aquí porque esta película es tan detestable, tan inmoral, tan venenosa. Su mensaje es que los pobres deben resignarse a ser pobres, que no existe redención, y que es legítimo reírse de sus caídas porque el “mal” es siquiera que lo intenten. La white trash es eso, basura: está para que “nosotros” (el blanco de clase media al que va dirigida la película) podamos reírnos de ella y decir “estamos jodidos, pero ellos lo están más”.

Así que lo siento, pero ahí mi suspenso para la película. Un suspenso, por lo demás, bastante objetivo, y es que es una película burda y ramplona, que intenta imitar el “humor” de los Cohen pero sin conseguir ni acercarse y a la que ni siquiera la correcta actuación de Margot Robbie salva.

Al vertedero de basura tras ponerse los guantes: mancha.
Jinete nocturno
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