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Voto de Kyrios:
5
Terror En una pequeña ciudad de Gran Bretaña, varios trabajadores mueren a causa de una misteriosa epidemia. Desesperado, el doctor Peter Tompson pide ayuda a su amigo Sir James Forbes, que llega dispuesto a buscar el origen de la horrible plaga. Los dos doctores se embarcan en una peligrosa investigación que encubre un horrible secreto y que les llevará hasta la asombrosa verdad: alguien está utilizando la magia negra para devolver la vida a los muertos. (FILMAFFINITY) [+]
26 de noviembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco antes (dos años para ser exactos) de que Romero transfigurara para siempre el modelo clásico del muerto viviente, el zombie, con su mítica película la Noche de los muertos vivientes (1968) la productora británica Hammer ya se embarcó en un proyecto que tenía como eje principal la temática Zombie (una absoluta rara avis en la productora).

Porque es cierto que la productora Hammer es más famosa por la revisión de las figuras clásicas del terror, de las cuales la mayoría provienen de la literatura, como Frankenstein (por poner el ejemplo más notable, El cerebro de Frankenstein realizada en el 1958 por Terence Fisher), y especialmente Drácula (las revisiones de Terence Fisher respecto al personaje creado por Bram Stoker, con Drácula, el príncipe de las tinieblas el 1966 y Drácula de 1958) , pero también hurgó en historias como la de la religión vudú, y el mito Zombie, que en apenas pocos años sería explotado de una manera mucho más numerosa.

No dirige esta curiosa película el célebre director de la Hammer, Terence Fisher, sino que lo hace John Gilling, un director de origen también británico, que tuvo una fortuna menor que la de su compatriota, pese a que en su filmografía también encontramos alguna pequeña joya. Al igual que Fisher, también Gilling se embarcó en muchos proyectos pertenecientes al género de terror y también bajo el amparo de la productora Hammer (con películas como el Reptil 1966 o el sudario de la momia 1967) e incluso llegó a rodar una película bajo producción española, en la que fue su última película (La cruz del diablo 1975).

Al ser una película anterior a la mítica obra de Romero, es normal encontrarnos que la historia se sustenta en el mito vudú, como herencia tradicional de las películas realizadas décadas antes, como Yo anduve con un zombie (1943). A diferencia de la modernidad de Romero, que era capaz de relacionar la película con el contexto social y económico de una manera mucho más eficaz, la película de Gilling se apoya conscientemente en un arcaizante mundo de formas (pese a que ya en la película encontramos algunos detalles bastante interesantes, como un gusto malsano por la sangre que está mucho más evolucionado que en otras películas de la Hammer) en la que la película se sustenta como una película que aún debe más al sello de producción de la Hammer que a la propia independencia e intuición del director. Así es normal que la película este ambientada en un pasado más o menos victoriano (por lo que podemos deducir entre vestuario y la ciencia que se despliega), que se trata de una característica básica de la Hammer, y que el formato teatral sea de tanta importancia.

Aún así a los Zombies les faltaba poco para que se parecieran a los de Romero. Si bien la caracterización de algunos deja bastante que desear (el de la mujer de uno de los protagonistas), en el género mayoritario de los que nos encontramos (hay como un tipo estándar de zombie en la película) si tiene mucho parecido físico con los que hoy en día tenemos más en mente. De lentitud poderosa y con una gestualidad rígida, es aquí donde la película consigue sus más interesantes cotas. Pese a todo, la película sigue con fidelidad los aspectos más tópicos de la religión vudú y no es cosa extraña ver a los Zombies realizar una de las funciones clásicas según la mitología elaborada Haití, servir de manera esclava a su amo.

El guión de la película deja cualquier tipo de profundidad al margen, para centrarse en el desarrollo lineal del film. De hecho cualquier posibilidad ideológica queda interrumpida por los propios diálogos del film, a destacar uno en que el médico principal, interpretado por André Morell, trata a la práctica vúdu para resucitar muertos como una derivada de la ciencia, un hecho cuanto menos gracioso. Con una presentación interesante pero que deja la novedad de lado para elaborar una película más bien de corte clásico, y que tiene un final que podría haber sido explotado de una manera mucho más eficaz (y que como viene siendo la tónica habitual en muchas películas de la Hammer, termina interrumpidamente sin dar tiempo a cualquier explicación sobre lo que el espectador ha visto).

Pese al tono teatral de la película, que recurre a un minimalismo de recursos, utilizando pocos actores y pocos escenarios donde ambientar la acción (la mayoría de ellos ubicado en interiores), encontramos alguna secuencia que revela un interés notable. Uno de los primeros zooms de la película (realizada para gusto macabro del film, pues se dirige hacia la desagradable vista de un cadáver) o algún que otro juego de miradas entre personajes que resulta bastante inteligente. Desgraciadamente no es el tono mayoritario de la película, que bordea muchas veces el ridículo.

http://neokunst.wordpress.com/2013/11/26/la-plaga-de-los-zombies-1966/
Kyrios
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