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España España · Madrid
Voto de Kurtz:
8
Thriller. Intriga En plena Guerra Fría, se sospecha que un enigmático general pretende derrocar al Presidente de EE.UU. por medio de un golpe de estado. El Presidente dispone sólo de siete días para encontrar pruebas que le permitan abortar el golpe. (FILMAFFINITY)
17 de junio de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Frankenheimer es un director atípico, por una pare le asociamos con sus últimas grandes producciones en el cine de acción, Ronin (1998) o Reindeer Games (2000) son productos de consumo de calidad. Por otra, con las películas de encargo nada memorables que rodó desde principios de los 70 hasta bien entrados los 90. De esa etapa en mi humilde opinión sólo destaca The Horsemen (1971). Sin embargo, entre 1962 y 1966 dirigió grandes películas, de las que para mí The Manchurian Candidate (1962) y Seconds (1966) junto con la que nos ocupa son auténticas obras maestras. Unos amigos me recomendaron recientemente The Train (1964) pero aún no he tenido ocasión de verla. En las 3 que resalto además de contar con una realización exquisita donde destaca la fotografía, el autor se define política y filosóficamente.
En Siete Días de Mayo tenemos una trama muy bien urdida con actores de lujo al servicio de una historia sorprendentemente verosímil. El gran Edmond O’Brien recibió el Óscar al mejor actor secundario, desgraciadamente no debió suponer un gran esfuerzo para él representar a ese borrachín entrañable tan fordiano. Ava Gardner vuelve a interpretar a una mujer libre y audaz en elegante decadencia que me recuerda a sus papeles en On the Beach (Stanley Kramer, 1959), 55 Days at Peking (Nicholas Ray, 1963) o The Night of the Iguana (John Houston, 1964). El momento en el que se estrenó la película, un año después de la muerte de JFK, hacía la historia más que creíble. El General Edwin Walker al que se menciona en el guión o el Jefe del Estado Mayor de la fuerza Aérea Curtis LeMay son referentes contemporáneos del personaje interpretado por Burt Lancaster. No me extraña que la administración Kennedy colaborase con el proyecto a través del Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Pierre Salinger. Al ver ahora la película, resultan extraños algunos dispositivos pretendidamente futuristas como las pantallas automáticas y los teléfonos con videollamada y es que la historia se proyecta distópicamente 10 años hacía el futuro. Una joya del cine político en el que el suspense cambia los escenarios habituales por la sobriedad de pasillos, despachos y salas de reunión. Los exteriores son escasos, apenas un puñado de escenas que dan oxígeno y dimensión a la trama. La escena en las montañas de Madrid produce ahora cierto sonrojo porque aunque el guardia civil y el capitán de la policía dan el pego, los trabajadores con sombrero vaquero recuerdan más al continente americano que al europeo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kurtz
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