George Scott fue un buen actor y Melvyn Douglas también. Sin embargo no son capaces de salvar esta película. Tal vez en 1980 resultará terrorífica, pero aquel público era muy impresionable, y estaba ávido de emociones fuertes.
El género de las casas encantadas siempre ha sido consustancial al Cinematógrafo, desde Georges Meliers y pasando por el Cine Mudo, por lo tanto mucho hay que hacer para sorprender al espectador. No vale solo con mover muebles y generar ruidos extraños.
El planteamiento argumental de esta cinta me parece interesante, aunque luego, como siempre se estropea por el abuso de los efectos producidos por la Casa Encantada. Del mismo modo que al ver El Exorcista de William Friedkin nos creemos lo que ocurre en casa de Regan, aquí no hay atisbo de credibilidad.
Hubiera resultado excitante desde el punto de vista del guión averiguar el desarrollo argumental sin la necesidad del encantamiento o lo sobrenatural. Una pena no apuntar por ese camino.