Sólo hay dos mandamientos en el cine, el primero es no aburrir y el segundo también. La película intenta dar una visión veraz de los días en los que se desarrolló la batalla de Normandía sin contradecir ni el primero ni el segundo mandamiento del cine. Y lo consigue, lo que ya es en sí, un gran mérito. Para lograr esta especie de cuadratura del círculo utiliza una estructura coral, reflejando las grandes decisiones de la jornada tomadas por los personajes en los escalafones más altos: Eisenhower o el jefe de Estado Mayor alemán, ahí la historia, alternándolo con las anécdotas de los escalafones inferiores, hasta el soldado raso,, un lechero, unas monjas, un alcalde de pueblo, etc., que son las especias que dan sabor a un filme que, de otra forma caería dentro del abismo que se denomina "documental".Siendo como son verídicos todos los hechos, recogidos de cientos de entrevistas de Cornelius Ryan a protagonistas del magnífico evento, la ordenación de los mismos se utiliza de forma propagandística, lo que era de esperar en una cinta realizada a tan sólo 17 años del fin de la contienda, de manera que los detalles de tipo humano siempre recaen sobre soldados aliados o miembros de la población civil francesa, mientras que cuando la cámara gira hacia el bando alemán, sólo se resaltan las decisiones militares, normalmente erróneas.
La realidad fue algo diferente a la película, y no porque ésta contenga falsedades en sí, sino porque da a entender que esta acción, el día D, produjo una debacle en el bando alemán y fue la que ganó la guerra. En realidad el gran esfuerzo de guerra se realizó en el frente oriental, en donde se desplazaban millones de hombres y cientos de miles de vehículos y, comparando ese frente con el occidental, éste queda en un claro papel segundón. Pero así es la magia del cine, De todas formas, es un imprescindible cinematográfico que no se puede obviar para ningún amante de este arte.