Lo mejor de esta película es que no se me va a olvidar. Es desagradable, violenta y estúpida, pero no sé si precisamente por eso, o tal vez por alguna otra cosa, cala en cierta medida. El club de la lucha es una pequeña pieza molesta en la cabeza de cualquier ser humano sano, es una ampolla en el pie o un codo pelado. Capaz o incapaz pero llevado a un límite absurdo y mucho más cristiano de lo que parece, como siempre pasa con los americanos.

Y hablo de cristiano porque esta película ganaría muchos puntos si realmente fuera una oda a la violencia. Pero no, y qué pena. Una vez más el mensaje bajo lo rojo es moralizador, hay muerte de inocentes y destrucción de lo bello y egoísmo y una femme fatale (¡pero de verdad, ¿eh? de verdad!) y todo eso no está bien, todo eso es malo. Niños, no intentéis esto en casa. En fin.

Por otra parte el reparto no lo hace mal, te los crees. La fotografía es correcta (siempre digo lo mismo, pero qué le puedo hacer si los americanos son unos puristas), y el ritmo de la película no fluye tan bien como debería pero al menos fluye, que ya es algo.

En resumen, no hay nada más violento que la falsa violencia, que además es muy irritante porque te están tomando por idiota. Pero esta película tiene algo, muy ligero, algunos trazos duros, que van a permanecer. Al menos en mí.