Se trata de robar un banco pero sin planificación ni nada, sino a lo bruto. A los cinco minutos, o antes, ya tenemos acción. Bueno, a ver que pasa con los restantes 124. Pues me temo que no mucho: giros, juego del gato y del ratón, una situación que se estanca y un final que se estira muchísimo. Spike Lee trata de ser ingenioso pero desgraciadamente se queda a medias. Enseguida nos damos cuenta de qué va el plan de nuestros atracadores y como el mismo no es tan brillante como parece, hay que meter unas cuentas licencias en el guión y otras tantas concesiones para que las cosas salgan como el prepotente Dalton Russell (Clive Owen) supone. Gracias a esto, el resultado te parece ligeramente engañoso, no muy creíble y lo que es peor, casi una tomadura de pelo (SPOILER).

Aunque la película es más que un simple thriller de robos pues hay una subtrama sobre la corrupción y demás que la verdad, no me gusta. Entiende que los personajes de Arthur Case (Christopher Plummer) y Madeleine White (Jodie Foster, que no está nada mal con los 44 años que tendría en ese momento) sean vitales para esta historia pero, a mi entender, desvían la atención. Con ellos el duelo entre Keith (Denzel Washington) y Dalton, entre la policía y los ladrones, pasa a un segundo plano. Al final nos queda una obra con un tema atractivo, por momentos chispeante, con cierta inteligencia y con una narración novedosa (desde un comienzo en in media res hasta el empleo de flash-towards) pero con demasiadas concesiones y algunos baches argumentales como para ser buena.