Estoy seguro de que Torrente dice en algún momento ese aserto tan galante de "todas las mujeres son unas putas". Esto que hoy en día se toma como machista o retrógrado, somos así de tontos, es más o menos lo que Luis Buñuel, no nos olvidemos, comunista y republicano, propone en su lucha contra "los valores burgueses", eso sí, con más sofisticación pero no superficialidad que Santiago Segura. En "Bella de día", basada en la novela homónima de Joseph Kessel de 1928, el mensaje revolucionario es precisamente el de libérate y "saca la prostituta que llevas dentro", reflejo de una voluntad emancipatoria de represiones de morales rancias, dogmas religiosos, coacciones de nuestros instintos, hasta llegar al prostíbulo como símbolo, sobre el que he llegado a leer una apología como ideal de sociedad sin clases. He ahí el vicio y la izquierda encamada.

Ciertamente la historia llama la atención y hasta genera intriga pero al mismo tiempo es extravagante, falsamente transgresora y decadente sin más sentido que serlo. La película es fría, distante y con un final tan abierto y confuso con tanto sueño, imaginación, deseo y no sé qué más, que uno no sabe qué sucede realmente (SPOILER). Luis Burdel, perdón Buñuel, nos exhibe variadas rarezas sexuales de lo más casposas pero absolutamente nada de erotismo, culpa suya, y con una Catherine Deneuve demasiado gélida, incluso cuando se supone que debe estar excitada. Un minuto de ella en "El Ansia" (1983) vale mucho más que los 100 de aquí. No es que la historia sea fea, que lo es, carezca de un análisis real o sea absurda aunque posible, sino que se ventila con una enorme frivolidad, como un juego, cuando seguramente existe detrás un terrible trauma.