Hay que reconocer que "La brújula dorada" se benefició del aliciente de haber provocado en los medios católicos norteamericanos peticiones de boicot. La marea llegó a España y recuerdo que la Conferencia Episcopal pidió a los católicos que no la vieran, razón más que suficiente para los que nos consideremos de esta confesión, por muy libre que vayamos, nos la zampáramos a la primera oportunidad. Y es que averiguar lo que tendría para haber molestado tanto a la Iglesia resultaba casi obligado. Porque con todo lo que se rueda por ahí, verdaderos ataques anticatólicos, anticristianos, sacrílegos y blasfemos, no recordaba una petición en toda regla de boicot, petición que si había arrancado una aparentemente inocente película infantil.

Pues es cierto que se puede hacer un paralelismo entre el Magisterio y la Iglesia Católica y que la película tiene unos tics progresistas fácilmente reconocibles. Ahora bien, ofenderse por un ataque tan sibilino y burdo indica una falta de confianza en nuestras creencias más preocupante que la propia "La Brújula Dorada". Sólo diré que se acerca a la mofa pensar que los ateos, librepensadores y materialistas defiendan la existencia del alma, representada con un daimonion, y la Iglesia, o cualquier religión de paso, pretenda eliminarla. Vamos, que no se lo cree nadie. Del resto de la película, poco se puede decir. No muy entretenida, un poco confusa, tontona, muy infantil y algo pastelosa con la niña esta. Pero después de todo, ¿a quién le amarga un dulce?