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Voto de Reaccionario:
6
Comedia. Drama. Ciencia ficción Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) hacen un descubrimiento tan asombros como terrorífico: un enorme cometa lleva un rumbo de colisión directa con la Tierra. El otro problema es... que a nadie le importa. Kate y Randall emprenden una gira mediática advertir a la humanidad que los lleva desde la indiferente presidenta Orlean (Meryl Streep) y ... [+]
4 de enero de 2022
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último trabajo de Adam McKay de peliculero título, sin ir más lejos hay dos "Don't Look Up" de terror japonesas, si bien la segunda es un remake de la primera, ha dividido al personal. Unos la aman, otras la odian. Yo en cambio me quedo en un término medio: no está mal pero podría haber sido mejor. La clave del éxito de "No mires arriba" es que es bastante divertida, te ríes mucho, cosa que reconozco que no me esperaba en absoluto, primero porque es una parodia acertada aunque no muy concienzuda, en realidad el guión va por otra parte, del cine clásico de catástrofes; y segundo porque se mofa con mucha guasa de determinadas actitudes, movimientos y formas de ser profundamente estadounidenses. Aún así, se supone de más enjundia la feroz sátira de políticos, medios de comunicación, multimillonarios, militares, tecnologías y redes sociales, de la frivolidad, estupidez e inmoralidad de la sociedad norteamericana, que podría ser cualquiera del mundo desarrollado. Esto último está muy bien siempre y cuando no te lo tomes en serio. Si cuando vemos la saga de "Agárralo como puedas" (1988, 1991 y 1994) no pensamos que se esté atacando realmente a la policía, sino que es un simple recurso pero hacer humor, aquí tampoco debemos caer en ese error.

Dicho esto, es evidente que McKay lo hace y por eso se cree que está realizando un fino análisis de todo lo que anda mal en su país. Y aquí es donde empiezan los problemas para "No mires arriba", que en realidad sirve a la ideología de su director y también guionista, que digamos que se mueve a la izquierda del Partido Demócrata. De este modo su crítica, su concepción de lo que considera sus enemigos resulta demasiado grotesca, exagerada y basta. Entonces tenemos por un lado a los buenos, íntegros, inteligentes y responsables, que son progres. Y por el otro a los malos, peseteros, idiotas e irresponsables, que se supone que son los republicanos de derechas. Más propagandístico no puede ser. Por este camino, McKay se burla de lo fácil, de lo que la gran mayoría critica, de lo que se ve políticamente incorrecto. En cambio desaprovecha una oportunidad de oro para ridiculizar, por ejemplo, el "antirracismo" antiblanco del Black Lives Matter, el delirio LGBT, el revisionismo histórico, la inclusión forzosa, el indigenismo tercermundista, el feminismo enloquecido del Me Too, el perroflautismo de los antisistema, la teoría queer o la paranoia izquierdista que ve a fascistas en todos lados. Pero claro, cómo lo va a hacer si para McKay todo esto es la verdad y es sagrado.
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