Haz click aquí para copiar la URL
España España · TOLEDO
Voto de MAFALDA:
5
Drama. Comedia Julián y Tomás, dos amigos de la infancia que han llegado a la madurez, se reúnen después de muchos años y pasan juntos unos días inolvidables, sobre todo porque éste será su último encuentro, su despedida. (FILMAFFINITY)
6 de noviembre de 2015
67 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
No seré yo quien, premios incluidos (Concha de Plata al Mejor Actor, compartida, para Ricardo Darín y Javier Cámara en la 63 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián), contradiga a público y crítica cuando cuentan, y no cesan, las excelencias de "Truman". Independientemente de cuál haya sido mi experiencia con ella, nada más lejos de mi ánimo que tratar de convencer a nadie de que es una mala película. Al contrario, creo que hay que verla porque estoy segura de que, dependiendo de la propia experiencia vital, a unos conmoverá sobremanera mientras que a otros, como me ha ocurrido a mí, puede que les deje indiferente.

Julián (un actor argentino que vive en nuestro país) y Tomás (matemático en Canadá) son dos amigos de la infancia que, a propósito de la enfermedad del primero y tras años sin verse, se reencuentran en España para pasar cuatro días juntos en los que rememorar viejos tiempos y formalizar su despedida.

Con esa halagüeña premisa, lo primero que me chirría es el empeño colectivo en catalogar esta película como comedia dramática, comedia intimista o comedia a secas. Hay algún momento que yo encuentro surrealista (como preguntarle al veterinario de qué manera se puede ayudar a un perro a afrontar la pérdida de su amo), hay simpáticos desayunos en barras de clásicos cafés de ciudad y, a ritmo de viejas canciones que te hacen añorar los años de la dulce y despreocupada juventud, hay noches de farra y colegueo en acogedores locales de ese Madrid que nunca duerme. Pero diversión y risa…

Están ellos, los dos protagonistas de la historia: un Javier tan contenido, tanto, que Ricardo, sin apenas esforzarse, prácticamente lo borra de los planos que comparten. Porque si algo destaca en Darín, porteña y ronca voz aparte, son sus maravillosos ojos: tiene una manera de mirar tan sugerente, tan intensa, tan rica en emociones y matices que no puedes evitar preguntarte si en la vida real alguien te ha mirado así.

Pero no es suficiente.

¿Qué cuál es el problema?

Considero que "Truman" es un drama naíf sobre la enfermedad y la muerte que yo, sencillamente, no me creí.

Sin apenas lagrimas que te impidan ver las estrellas, hay un enfermo terminal que nunca flaquea, el amigo de siempre al que no ves nunca pero que acude a darte el último adiós, una ex mujer enrollada dispuesta a ayudar cuando hace falta, un viajecito a Ámsterdam para visitar al muchachote que está de Erasmus y que sabe que su padre se muere pero finge no saberlo, un perro con nombre muy literario en busca de un nuevo hogar, cogorzas que terminan durmiendo con las manos entrelazadas y una prima cuyas quejas y reproches (todos vienen o van y solo ella permanece fija y fiel al lado del enfermo) son el único bocado de realidad en esta cinta que peca, para mi gusto, de exceso de buenrrollismo.

¡Considero que este Truman necesita más de un Capote para resultar convincente!

¿Quieren credibilidad?

Así es la muerte: "Vivía deprisa como un mecanismo de reloj que se estropea, franqueaba al galope las edades que no le era concedido alcanzar en el tiempo, y durante las últimas veinticuatro horas se convirtió en un anciano. La debilidad de su corazón le producía una hinchazón en el rostro, lo que daba la impresión a Hans Castorp de que la muerte debía ser, por lo menos, un esfuerzo muy penoso, a pesar de que Joachim, gracias a los frecuentes eclipses de su conciencia, no parecía darse cuenta. (…) Más de una vez dijo cosas de doble sentido. Parecía saber y no saber. (…) Luego su actitud se hizo distante, severa, inabordable, incluso incivil; no se dejaba impresionar por ninguna ficción ni por ningún paliativo, ni contestaba; miraba ante él con aire ausente. A las seis de la tarde manifestó una manía chocante. Con la mano derecha, cuya muñeca se hallaba más ceñida por un pequeño brazalete, se frotó repetidas veces la región de la cadera, elevando un poco la mano y luego arrastrándola hacía él, sobre la colcha, con un gesto de rascar, como si atrajese o recogiese algo. A las siete murió. (…) Los ojos giraron, la inconsciente tensión de sus facciones desapareció, la penosa hinchazón de los labios se desvaneció rápidamente, y el mudo rostro de nuestro Joachim recobró la belleza de una juventud viril. Todo había terminado".

Así es la pena: "(…) Fue Hans Castorp quien, con la yema del anular, cerró los párpados de aquel que ya no tenía respiración ni movimiento, y fue él quien unió suavemente sus manos sobre la colcha. Luego Hans Castorp lloró, dejó resbalar sobre sus mejillas las lágrimas que habían quemado al oficial de la marina inglesa, ese líquido claro que mana en todas partes del mundo tan abundante, tan amargamente y a toda hora, hasta el punto de que se ha dado al valle terrestre un nombre poético que recuerda ese producto alcalino y salado de las glándulas, que el trastorno nervioso de un dolor que nos traspasa tanto el dolor físico como el moral arranca a nuestro cuerpo".

Así lo dejó escrito para las generaciones venideras Thomas Mann.

¡Muy duro, lo sé!
MAFALDA
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow