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Voto de claquetabitacora:
5
2016
6,6
29.827
Animación. Aventuras. Comedia
Un año después de los acontecimientos narrados en "Buscando a Nemo", Dory vive apaciblemente con Marlin y su hijo Nemo. Pero durante un viaje para ver cómo las mantarrayas migran de vuelta a casa, los problemas de memoria de Dory parecen desaparecer durante un segundo: recuerda que tiene una familia e inmediatamente decide emprender viaje para reencontrarse con sus padres, a los que perdió hace años. (FILMAFFINITY)
11 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Stanton, que ha estado detrás de los títulos más ejemplares de la compañía (“Bichos, una aventura en miniatura” – 1998, “Buscando a Nemo” – 2003, “Wall-E” – 2008), sabía que Dory había calado hondo, no ya sólo por su carácter alegre, desenfadado, despreocupado pero constante, inamovible, amiga de sus amigos y ante todo tenaz sino también porque era una especie de canto a la esperanza de que las enfermedades, en este caso la amnesia, no era un problema ni algo por lo cual estar triste sino asumirlo y sobrellevarlo en la medida de lo posible. Porque si algo transmiten siempre los títulos de Pixar es que hay que luchar, pase lo que pase. Para ello convirtieron el tagline del propio personaje, “Sigue nadando”, en toda una declaración de intenciones. Tanto es así que 13 años después aquí estamos, delante de esta secuela (y aunque no lo parezca también un spin-off) donde colocamos a Dory como la protagonista de la función y dejando a Nemo y Marlin como secundarios [...].
El problema radica en que estamos en una especie de pseudoremake de "Buscando a Nemo" donde, a pesar de algunas diferencias notables, “Buscando a Dory” sigue los pasos, parámetros y logros que ya consiguió en su momento la primera entrega pero podría incluso llegar a verse como la misma historia vista a través de la otra cara del espejo [...]. Es lógico comprender que hay que añadir pequeñas variaciones, un argumento algo distinto para no ser tachada de dejadez y vagancia en las formas (mucho menos en el fondo) pero a poco que uno analice fríamente se da cuenta que por mucho que cuenten con 2 personas al guión, lo que nos cuentan, se quiera o no, es la misma historia sólo que con un valor un tanto más profundo pues aquí la protagonista es un personaje que sufre por culpa de esa pérdida de memoria a corto plazo y que sólo a golpes de flashbacks y repentinos brotes de recuerdos va logrando encontrar lo que anda buscando.
En esta nueva incursión en el fondo marino, donde los peces viven a sus anchas y disfrutan de una simbiosis perfecta, el leitmotiv no es otro que recuperar la estabilidad y paz emocional ante la angustia de no poder estar con los que más quieres, en este caso los padres. Dory se empeñará en utilizar sus vagos recuerdos para seguir las pistas y directrices que le dieron sus padres en su más tierna infancia para así poder volver a estar juntos todos de nuevo. Nadie, en su sano juicio, negará la ternura implícita de los primeros minutos donde la pequeña Dory se convierte, por derecho propio, en uno de los personajes más entrañables y tiernos no sólo de la factoría Pixar sino de la animación en general. Cada uno de los episodios referentes a la infancia son una delicia absoluta admitiendo que son los momentos más recordados de esta entrega. En esos instantes de auténtica felicidad completa donde unos padres entregados le enseñan a su hija a valerse por sí misma a pesar del problema que tiene somos testigos también del sufrimiento que padece por el mismo. La concatenación de sufrimiento y tristeza en la introducción al ir olvidándose no sólo de su familia, de su lugar de origen e incluso de quien es en realidad (atención a cómo la iluminación va apagándose en consonancia con el estado anímico) demuestran que en estos aspectos Pixar sigue siendo la reina absoluta en transmitir las emociones como nadie. Uno siente la soledad, el abandono, la carencia afectiva de los seres que le rodean y cómo es un fiel reflejo de una sociedad individualista que ni sufre ni padece por los demás.
La introducción sirve a su vez como vehículo de conexión con todo lo que conocemos de “Buscando a Nemo” y cierra el episodio de cómo llegaron a encontrarse Marlin con Dory. Una vez nos plantamos en la actualidad ésta se convierte en un trampolín hacia la vida de la protagonista quien, decidida, no duda un instante en ir en busca de lo que más quiere: sus padres. El problema radica en varios aspectos. El primero es que a la vida costumbrista de los primeros minutos le falta estímulo y empaque. Dory es un personaje desdibujado que no logra empatizar ni congraciarse con el resto de secundarios que la rodean. Incluso esa reiteración en su falta de memoria como gag o chiste cómico (voluntario) es redundante y un poco cargante. El segundo error es que, así como la primera parte era una odisea homérica ante las vicisitudes que tiene que sufrir un padre en busca de su hijo, más aún para un pez de ínfimo tamaño, aquí todo va a tiro hecho, casi sin reparar en que la travesía, el viaje, la distancia, es en sí toda una aventura. Aquí no importa o no interesa. De ahí que todo lo que va aconteciendo durante el trayecto es pasto de un montaje tosco y en cierta medida atropellado. Tan sólo hay que ver que la aparición de las tortugas surferas que son más un apunte para los fans de estos personajes que algo que sirva para el guión.
El viaje por la costa californiana se convierte en un suspiro sin nada que ofrecer a excepción del episodio de la medusa gigante que como émulo de las monster movies salva muy bien la papeleta aparte de que la calidad de la animación en movimientos, texturas e iluminación es perfecta. Claro, como indicaba antes, para que no se tome como un “volver a contar lo mismo”, una vez llegamos al Instituto de Biología Marina, lugar donde nació y vivió Dory con sus progenitores, la película irá dejando pequeñas pinceladas de unas intenciones muy concretas: ser una especie de crítica hacia el trato que le damos a los animales aunque las intenciones humanas sean cuidar, proteger y preservar la fauna marina. Todo está expuesto para que se tenga conocimiento de que aún teniendo instalaciones limpias, cuidadas y que los peces reciben un trato adecuado, siguen siendo seres vivos hacinados en recintos cerrados y que quedan desprovistos de la libertad que debieran tener, más aún cuando los convertimos en reclamo y carne de prisión sólo que en jaula de cristal [...].
- continúa en spoiler -
El problema radica en que estamos en una especie de pseudoremake de "Buscando a Nemo" donde, a pesar de algunas diferencias notables, “Buscando a Dory” sigue los pasos, parámetros y logros que ya consiguió en su momento la primera entrega pero podría incluso llegar a verse como la misma historia vista a través de la otra cara del espejo [...]. Es lógico comprender que hay que añadir pequeñas variaciones, un argumento algo distinto para no ser tachada de dejadez y vagancia en las formas (mucho menos en el fondo) pero a poco que uno analice fríamente se da cuenta que por mucho que cuenten con 2 personas al guión, lo que nos cuentan, se quiera o no, es la misma historia sólo que con un valor un tanto más profundo pues aquí la protagonista es un personaje que sufre por culpa de esa pérdida de memoria a corto plazo y que sólo a golpes de flashbacks y repentinos brotes de recuerdos va logrando encontrar lo que anda buscando.
En esta nueva incursión en el fondo marino, donde los peces viven a sus anchas y disfrutan de una simbiosis perfecta, el leitmotiv no es otro que recuperar la estabilidad y paz emocional ante la angustia de no poder estar con los que más quieres, en este caso los padres. Dory se empeñará en utilizar sus vagos recuerdos para seguir las pistas y directrices que le dieron sus padres en su más tierna infancia para así poder volver a estar juntos todos de nuevo. Nadie, en su sano juicio, negará la ternura implícita de los primeros minutos donde la pequeña Dory se convierte, por derecho propio, en uno de los personajes más entrañables y tiernos no sólo de la factoría Pixar sino de la animación en general. Cada uno de los episodios referentes a la infancia son una delicia absoluta admitiendo que son los momentos más recordados de esta entrega. En esos instantes de auténtica felicidad completa donde unos padres entregados le enseñan a su hija a valerse por sí misma a pesar del problema que tiene somos testigos también del sufrimiento que padece por el mismo. La concatenación de sufrimiento y tristeza en la introducción al ir olvidándose no sólo de su familia, de su lugar de origen e incluso de quien es en realidad (atención a cómo la iluminación va apagándose en consonancia con el estado anímico) demuestran que en estos aspectos Pixar sigue siendo la reina absoluta en transmitir las emociones como nadie. Uno siente la soledad, el abandono, la carencia afectiva de los seres que le rodean y cómo es un fiel reflejo de una sociedad individualista que ni sufre ni padece por los demás.
La introducción sirve a su vez como vehículo de conexión con todo lo que conocemos de “Buscando a Nemo” y cierra el episodio de cómo llegaron a encontrarse Marlin con Dory. Una vez nos plantamos en la actualidad ésta se convierte en un trampolín hacia la vida de la protagonista quien, decidida, no duda un instante en ir en busca de lo que más quiere: sus padres. El problema radica en varios aspectos. El primero es que a la vida costumbrista de los primeros minutos le falta estímulo y empaque. Dory es un personaje desdibujado que no logra empatizar ni congraciarse con el resto de secundarios que la rodean. Incluso esa reiteración en su falta de memoria como gag o chiste cómico (voluntario) es redundante y un poco cargante. El segundo error es que, así como la primera parte era una odisea homérica ante las vicisitudes que tiene que sufrir un padre en busca de su hijo, más aún para un pez de ínfimo tamaño, aquí todo va a tiro hecho, casi sin reparar en que la travesía, el viaje, la distancia, es en sí toda una aventura. Aquí no importa o no interesa. De ahí que todo lo que va aconteciendo durante el trayecto es pasto de un montaje tosco y en cierta medida atropellado. Tan sólo hay que ver que la aparición de las tortugas surferas que son más un apunte para los fans de estos personajes que algo que sirva para el guión.
El viaje por la costa californiana se convierte en un suspiro sin nada que ofrecer a excepción del episodio de la medusa gigante que como émulo de las monster movies salva muy bien la papeleta aparte de que la calidad de la animación en movimientos, texturas e iluminación es perfecta. Claro, como indicaba antes, para que no se tome como un “volver a contar lo mismo”, una vez llegamos al Instituto de Biología Marina, lugar donde nació y vivió Dory con sus progenitores, la película irá dejando pequeñas pinceladas de unas intenciones muy concretas: ser una especie de crítica hacia el trato que le damos a los animales aunque las intenciones humanas sean cuidar, proteger y preservar la fauna marina. Todo está expuesto para que se tenga conocimiento de que aún teniendo instalaciones limpias, cuidadas y que los peces reciben un trato adecuado, siguen siendo seres vivos hacinados en recintos cerrados y que quedan desprovistos de la libertad que debieran tener, más aún cuando los convertimos en reclamo y carne de prisión sólo que en jaula de cristal [...].
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Incluso la película va más allá pues uno de los nuevos personajes, Hank, un pulpo de siete patas, tiene completa dependencia a estar dentro de un recinto cerrado, sintiéndose a gusto dentro y viendo la libertad como una especie de castigo. De ahí se desprende que idealice el día a día en el centro de rehabilitación, donde se llevan a los peces enfermos, para de esta forma no estar en contacto con los humanos que visitan el parque acuático. Tristemente, llegados a cierto punto, una vez las bases de la búsqueda de sus padres por parte de Dory y vaya visitando los distintos recintos para poder dar con ellos, la película se estanca por completo. Todo se convierte en un ir de aquí para allá, dando círculos y volviendo al mismo punto de partida. Sí, cierto, eso servirá para que el equipo técnico deje constancia de su labor impecable en las texturas del agua, la fluidez de movimientos de los peces, la interacción de los personajes con su entorno, la sensación de realidad, etc. Pero en lo que a trama se refiere el guión deja un sabor agridulce pues no ofrece nada nuevo o interesante con lo que convencernos de que esta secuela era necesaria [...].
Si le añadimos que las nuevas creaciones no tienen el empuje necesario pues nos encontramos con un título fallido y poco agradecido. Bailey, la beluga blanca que no recuerda cómo utilizar sus sistema radar de orientación, Destiny, un tiburón ballena con problemas de visión o Hank, el pulpo que desea vivir encerrado, son personajes que cuentan con un diseño más o menos interesante, resultando ganador sin lugar a dudas el octópodo, pero fuera de texturas y formatos no cuentan con la calidad necesaria como para funcionar por sí mismos [...]. Claro, estamos hablando de un producto Pixar y eso siempre se nota en la carcasa que envuelve la esencia. Sí, tenemos personajes tiernos como las nutrias, personajes interesantes como el pulpo Hank, personajes realmente divertidos como las focas o la gaviota enajenada [...] al igual que cuenta con pinceladas de escenas bien resueltas como Hank y Dory intentando escapar en la primera escena que se conocen o el acuario infantil donde intentarán escapar de los niños, los cuales son mostrados como auténticos monstruos desalmados (algo así como ya sucediera en “Toy Story 3” en la escena de la guardería) o el clímax antes citado donde la furgoneta, con todos los peces en el interior, se convierte en un pequeño tour de force donde la velocidad y el control escénico lo es todo.
Todo esto son apenas matices de un título que demuestra que no tiene personalidad propia, vive y bebe como lastre de un éxito anterior (otra cosa es que en taquilla de sus beneficios). Tal es así que ninguno de los personajes resulta atractivo en su propuesta o historia. A excepción de lo referente a la infancia de Dory todo lo demás sobre este personaje nada importa o atrae pues suena a ya visto, a nada novedoso, a chicle gastado y carencia de innovación [...]. Porque no todos los secundarios tienen la necesidad de ser reconvertidos en protagonistas porque a veces sucede que tienen la madera para llamar la atención pero no el potencial para liderar un grupo o una historia. Visto lo visto, “Buscando a Dory” se antoja un título más, uno que no deja huella, que no cuenta con la idiosincrasia de los títulos originales de la casa Pixar y que con lo ofrecido, a pesar de no ser un mal título, no logra salvar los muebles como secuela que quizás no necesitaba existir y que demuestra ser una continuación innecesaria, más aún cuando precisamente no se trata de buscar a un personaje perdido sino de demostrar que en esto de crear historias la compañía siempre ha sido líder. Aquí no pasa de esporádica e insustancial.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/09/12/critica-buscando-a-dory-andrew-stanton-angus-maclane-2016-sigue-nadando-pero-sin-acierto/
Si le añadimos que las nuevas creaciones no tienen el empuje necesario pues nos encontramos con un título fallido y poco agradecido. Bailey, la beluga blanca que no recuerda cómo utilizar sus sistema radar de orientación, Destiny, un tiburón ballena con problemas de visión o Hank, el pulpo que desea vivir encerrado, son personajes que cuentan con un diseño más o menos interesante, resultando ganador sin lugar a dudas el octópodo, pero fuera de texturas y formatos no cuentan con la calidad necesaria como para funcionar por sí mismos [...]. Claro, estamos hablando de un producto Pixar y eso siempre se nota en la carcasa que envuelve la esencia. Sí, tenemos personajes tiernos como las nutrias, personajes interesantes como el pulpo Hank, personajes realmente divertidos como las focas o la gaviota enajenada [...] al igual que cuenta con pinceladas de escenas bien resueltas como Hank y Dory intentando escapar en la primera escena que se conocen o el acuario infantil donde intentarán escapar de los niños, los cuales son mostrados como auténticos monstruos desalmados (algo así como ya sucediera en “Toy Story 3” en la escena de la guardería) o el clímax antes citado donde la furgoneta, con todos los peces en el interior, se convierte en un pequeño tour de force donde la velocidad y el control escénico lo es todo.
Todo esto son apenas matices de un título que demuestra que no tiene personalidad propia, vive y bebe como lastre de un éxito anterior (otra cosa es que en taquilla de sus beneficios). Tal es así que ninguno de los personajes resulta atractivo en su propuesta o historia. A excepción de lo referente a la infancia de Dory todo lo demás sobre este personaje nada importa o atrae pues suena a ya visto, a nada novedoso, a chicle gastado y carencia de innovación [...]. Porque no todos los secundarios tienen la necesidad de ser reconvertidos en protagonistas porque a veces sucede que tienen la madera para llamar la atención pero no el potencial para liderar un grupo o una historia. Visto lo visto, “Buscando a Dory” se antoja un título más, uno que no deja huella, que no cuenta con la idiosincrasia de los títulos originales de la casa Pixar y que con lo ofrecido, a pesar de no ser un mal título, no logra salvar los muebles como secuela que quizás no necesitaba existir y que demuestra ser una continuación innecesaria, más aún cuando precisamente no se trata de buscar a un personaje perdido sino de demostrar que en esto de crear historias la compañía siempre ha sido líder. Aquí no pasa de esporádica e insustancial.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/09/12/critica-buscando-a-dory-andrew-stanton-angus-maclane-2016-sigue-nadando-pero-sin-acierto/