Hay algo muy particular en esta película y no es el extraño cambio de estilo de animación por parte de Ghibli, ni lo simple de su guion, es que en lo más profundo de su metraje está el alma del estudio en pequeñísimas dosis, como en la rebeldía de su heroína o aquel periplo propio que tiene que realizar por su propia cuenta para autoafirmarse en su personalidad, aunque obviamente no tiene el tacto ni el ingenio de la magistral Kiki’s Delivery Service donde el patriarca Miyazaki realizaba una radiografía completa de la joven bruja para realzar su búsqueda de la libertad.

Goro es consciente del material que tiene, uno que aún no había sido finiquitado en su versión literaria por el terrible fallecimiento de su autora, la gran Diana Wynne Jones, pero inclusive con ese impedimento de ampliar la obra más allá de la adaptación, la película adolece de una resolución a las preguntas planteadas en un inicio, careciendo de un tercer acto en concreto. Pero en lo que se refiere al expertiz del director, este film no posee las ínfulas de trascendencia y de gran cineasta como creía Goro que tenía en la espantosa Tales from Earthsea, aquí camina con un perfil más discreto como intentando descubrir los limites expresivos de esta nueva técnica, tratando de reinterpretar los perfiles de los diversos tipos de personajes tantas veces diseñados por el 2d como aquella bruja con rasgos voluptuosos o aquel demonio que parece sacado de los años treinta o cuarenta.

Seguimos en la zona de spoilers
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