Tuvimos la inmensa mala suerte de ver este bodrio el pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla. Un pseudodocumental con ínfulas de cine de arte y ensayo (o cine de observación, como lo quieran llamar). Rodado en cuatro tardes con una óptica buena en la casa de David, un colega del director que resulta ser un chaval de treinta y pico que tiene tres nenes y vive en un piso enfrente del de sus padres. Si no llega a ser por la sinopsis que leí antes yo no me entero de que este chico está parado, ni de que está separado, ni de que quiere ser rapero, ni de qué trata la película.
El director se aprovecha de la barra libre de frescura, espontaneidad e intimidad (para mi gusto demasiado) de los hijos de su amigo para construir un relato que no tiene el más mínimo interés. Aparte de mal contada, la factura técnica se aleja de lo que yo considero como una peli profesional por la que pagar una entrada de cine. Está mal grabada y planificada (casi toda la peli son planos medios vistos de espaldas) y el sonido directo es pésimo, apenas se entiende. De verdad, no entiendo cómo esto ha tenido presencia en festivales como el de Sevilla o Buenos Aires. O de porqué razón tiene distribución en salas. Cuánto vale tener un buen padrino.