Se nos describe una cierta alta sociedad con su sórdida trastienda mientras se investiga un ingenioso crimen que parece inexplicable, pues los culpables se han construido una coartada perfecta que hace difícil sospechar de ellos. Esos son los dos alicientes del film: ver desfilar gente bien que humilla al que quiere ganar dinero o triunfar y averiguar quien y cómo asesina a la víctima.
Aunque el mediocre Ramón Fernández cumple con cierta solidez y no dirige mal a los actores (este es el único film digno que hizo) el mayor mérito reside en el guión de José María Palacio y Enrique Urrutia, donde se combina el cine negro y el humor con buen estilo en los diálogos. Es verdad que la secuencia inicial en que se presenta a buena parte de los personajes en una sala de fiestas resulta un tanto pesada por el exceso de música, pero el resto del film es ágil e inteligente. Y la personalidad de intérpretes como José Suárez, Susana Campos y Roberto Camardiel lo hace más atractivo.
Es más que un simple relato policíaco muy bien construido. Es una ilustración de que tras el oropel de las buenas maneras de los ricos y los famosos se encuentra mucha basura.