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Voto de Dali:
8
5,7
12.710
Drama. Intriga. Romance
Ana (Manuela Vellés) y su mejor amiga Linda (Bebe) comparten el piso que una mecenas de jóvenes talentos tiene en Madrid, y donde también se refugian otros aspirantes a artistas, entre ellos un chico saharaui y un anglosajón. Antes de llegar a la capital, Ana vivía con un padre hippy, en Ibiza, donde trabajaba de camarera. (FILMAFFINITY)
4 de septiembre de 2007
18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
De un guión imaginativo, unas interpretaciones notables y una puesta en escena originalísima, ha resultado una película, a mi entender, muy buena e interesante, pero lamentablemente fallida en muchos momentos.
Tiene escenas muy poderosas, que llegan a calar muy hondo en el espectador pero, al mismo tiempo, hay algo que rechina, que resulta poco creíble o fuera de lugar, y le excluye de la historia. Esto no es algo bueno, ya que hay que estar muy metido en dicha historia para comprenderla de forma global, lo cual posibilita contemplarla con la suficiente complicidad para que pueda despertar un mayor interés, y así poder imaginar todo lo que no se nos cuenta a partir de los muchos detalles que se esbozan lo mínimo necesario para dejar que vuele nuestra imaginación y rellene los huecos. No es que sea necesario rellenarlos para disfrutar de la película, que cuenta una historia muy clara y directa, pero sí para completar una grata experiencia que podría haber sido sobresaliente de haber estado algo más pulida.
Por otra parte, como principal virtud, además de presentarnos a Manuela Vellés, de confirmar a Bebe como una gran promesa del cine español, y dejarnos muchas imágenes para el recuerdo, me gustaría destacar que es todo un viaje, que haremos acompañados de unos personajes que se hacen querer, y una película bien planteada y que da que pensar al espectador, lo cual es muy de agradecer, dados los tiempos que corren. (Para empezar, me ha motivado a escribir esta, la que es mi primera crítica para Filmaffinity, después de haber valorado ya más de mil películas, y eso ya es mucho).
Tiene escenas muy poderosas, que llegan a calar muy hondo en el espectador pero, al mismo tiempo, hay algo que rechina, que resulta poco creíble o fuera de lugar, y le excluye de la historia. Esto no es algo bueno, ya que hay que estar muy metido en dicha historia para comprenderla de forma global, lo cual posibilita contemplarla con la suficiente complicidad para que pueda despertar un mayor interés, y así poder imaginar todo lo que no se nos cuenta a partir de los muchos detalles que se esbozan lo mínimo necesario para dejar que vuele nuestra imaginación y rellene los huecos. No es que sea necesario rellenarlos para disfrutar de la película, que cuenta una historia muy clara y directa, pero sí para completar una grata experiencia que podría haber sido sobresaliente de haber estado algo más pulida.
Por otra parte, como principal virtud, además de presentarnos a Manuela Vellés, de confirmar a Bebe como una gran promesa del cine español, y dejarnos muchas imágenes para el recuerdo, me gustaría destacar que es todo un viaje, que haremos acompañados de unos personajes que se hacen querer, y una película bien planteada y que da que pensar al espectador, lo cual es muy de agradecer, dados los tiempos que corren. (Para empezar, me ha motivado a escribir esta, la que es mi primera crítica para Filmaffinity, después de haber valorado ya más de mil películas, y eso ya es mucho).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Mi interpretación personal de esta película es que se trata de una especie de alegato revolucionario, un justo tributo a las clases oprimidas. Durante 2.000 años de historia, el espíritu de una diosa nativa americana se va reencarnando hasta que la historia de cada una de las anfitrionas de su espíritu acaba con un fallecimiento generalmente violento, víctima de la opresión, para acabar regresando bajo otra forma y seguir aportando su grano de arena, denunciando y combatiendo injusticias, defendiendo a las minorías oprimidas, y dando a entender que hay voces que nunca pueden ser acalladas del todo, por muy decidido y cruel que sea quien lo intente.
Tómese nota de la feroz crítica que destila la película, del retrato que se hace de las clases opresoras y el resultado de sus desmanes. Las vidas pasadas de Ana acabaron presa de leones, en la hoguera, en la guillotina, o alcanzando la cima de la segunda montaña más alta de un mundo dominado por los hombres. Ahí está ese desagradable americano, espeluznantemente creíble, que envía a jóvenes a arriesgar sus vidas en guerras sin sentido mientras él se dedica a engordar (y que no sabe donde está España, por cierto). En la reserva india somos testigos de la decadencia de una raza; entre los indios que la pueblan, cuyos antepasados fueron guerreros orgullosos, sólo quedan unos pocos alcohólicos sin sentido que dar a sus vidas.
Lamentablemente, como he dicho antes, hay detalles poco creíbles y que hacen que perdamos la conexión con los personajes. Como ejemplo más claro, el final, con ese guardaespaldas que, más allá de cuidar a su protegido, se dedica a sujetar a una víctima indefensa y que no supone ninguna amenaza real para nadie.
También el momento en el que Ana defeca sobre la cara del americano pretende dar una gran lazada al hilo argumental y relacionar el final de la historia de Ana con el final de su anterior encarnación que se nos muestra al comienzo de la película: La paloma, símbolo de la paz, y más que probable vehiculo del espíritu de Ana cruzando el estrecho hasta nuestro país que, antes de morir en suelo andaluz víctima del ataque sin sentido de un ave de presa, un halcón, deja en el rostro de este último una idéntica muestra de desafío. Sin embargo, más que una mera metáfora, el hecho en sí resulta tan grotesco como poco creíble y ridículo. Un guiño a los espectadores que lo capten, pero fallido, a mi modo de ver, dado que no resulta tan creíble como el abrazo que Ana le da a su padre moribundo, por citar sólo un ejemplo de momento que sí que puede hacer al espectador estremecerse y, así, involucrarse emocionalmente con la historia.
Tómese nota de la feroz crítica que destila la película, del retrato que se hace de las clases opresoras y el resultado de sus desmanes. Las vidas pasadas de Ana acabaron presa de leones, en la hoguera, en la guillotina, o alcanzando la cima de la segunda montaña más alta de un mundo dominado por los hombres. Ahí está ese desagradable americano, espeluznantemente creíble, que envía a jóvenes a arriesgar sus vidas en guerras sin sentido mientras él se dedica a engordar (y que no sabe donde está España, por cierto). En la reserva india somos testigos de la decadencia de una raza; entre los indios que la pueblan, cuyos antepasados fueron guerreros orgullosos, sólo quedan unos pocos alcohólicos sin sentido que dar a sus vidas.
Lamentablemente, como he dicho antes, hay detalles poco creíbles y que hacen que perdamos la conexión con los personajes. Como ejemplo más claro, el final, con ese guardaespaldas que, más allá de cuidar a su protegido, se dedica a sujetar a una víctima indefensa y que no supone ninguna amenaza real para nadie.
También el momento en el que Ana defeca sobre la cara del americano pretende dar una gran lazada al hilo argumental y relacionar el final de la historia de Ana con el final de su anterior encarnación que se nos muestra al comienzo de la película: La paloma, símbolo de la paz, y más que probable vehiculo del espíritu de Ana cruzando el estrecho hasta nuestro país que, antes de morir en suelo andaluz víctima del ataque sin sentido de un ave de presa, un halcón, deja en el rostro de este último una idéntica muestra de desafío. Sin embargo, más que una mera metáfora, el hecho en sí resulta tan grotesco como poco creíble y ridículo. Un guiño a los espectadores que lo capten, pero fallido, a mi modo de ver, dado que no resulta tan creíble como el abrazo que Ana le da a su padre moribundo, por citar sólo un ejemplo de momento que sí que puede hacer al espectador estremecerse y, así, involucrarse emocionalmente con la historia.