La primera y mayor sorpresa de "Zelig" reside en su formato de falso documental. Es muy original y demuestra la capacidad de Allen para no restringirse a un sólo estilo. Si es usted de los que piensan que el genio neoyorquino siempre rueda la misma película quizá ésta le haga cambiar de opinión.

Una vez pasada la sorpresa inicial se encuentra una comedia atípica, que entronca sin embargo con el sentido del humor habitual de su autor -no faltan los chistes sobre judíos-. A mi no me ha parecido particularmente graciosa en comparación con otras películas suyas, pero hay, por supuesto, momentos bastante cómicos.

Hay una crítica de fondo al borreguismo, no excesivamente profunda, pero suficiente para que a partir de ahora, cada vez que conozca a alguien sin personalidad o de opiniones prestadas, piense: "Mira, un Zelig".