3 de abril de 2021
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Detenerse a contemplar a esa mujer imponente que es Frances McDormand, hecha de la misma tierra dura y enorme que ha decidido atravesar, es una experiencia de sala grande. Cada personaje rebosa humanidad y propósito. Según avanza el metraje, vas entendiendo -o creyendo entender- que en el reverso de la existencia moderna, la que nos hace sumergirnos cada día en el delirio de los retos preestablecidos (la hipoteca, el éxito profesional o la acumulación de objetos/propiedad), en ese reverso, en la cara B de ese escaparate, hay vida posible.
Y creo que hace falta un talento especial para describir esa vida sin caer en el juicio fácil; de otro modo, es alto el riesgo de que la cineasta se incline hacia el insoportable dramatismo o hacia la idealización pueril. Chloé Zhao tiene ese talento. Su cámara deposita la mirada sin estruendo y muy sutilmente nos hace pensar en la soledad y en la libertad al mismo tiempo. Si quieres hacer un viaje donde confundas profundidad y llanura, esta es tu película.
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