Je, je, ju, ju, las bodas, esos ecosistemas, cómo somos.
Los familiares, que están todos locos de atar y tienen gusto por la sangre, qué chungo todo, ayudaría a creérmelos el que sus intérpretes no estuvieran ya con la cara de sádico joputa activada (qué difícil esto de actuar con el guión, y no por encima de él).
Mira el marido, que a la quiere pese a su familia, la va avisando, obligatoria parada para que tu pareja te diga "vamos, es que yo salgo corriendo".
Y mucha cosa bestia, mucho giro y tontería a partir de ahí.

Sinceramente, a 'Noche de Bodas' le habría venido bien saber qué quiere contar.
Más que una historia, parece un artefacto "cuidadosamente" diseñado para que el público reaccione de una u otra manera según toque.
Ahora te ríes, ahora te da asquito, ahora sí, ya lo sabemos, saldrías corriendo si la familia de tu pareja fuera así
Las pocas pinceladas que ahí sobre los personajes se dan sobre la marcha, no importan demasiado, y si por algo destaca la protagonista es porque es la única cuyas reacciones y emociones parecen acordes a lo que se está encontrando.

El toque de muerte de toda la propuesta es, primerísimo, creerse más graciosa de lo que es, y segundo, tratar a los familiares locatis como Looney Tunes que van por ahí pegándose trompazos sin pizca ninguna de inteligencia.
Que puedo entenderlo si la película hubiera ido por esa vía humorística desde el principio, pero es que luego intenta meterte drama desesperado en medio y no cuela (de nuevo, por parte de Samara Weaving, la única que ha decidido actuar en esta fiesta).
Sam Raimi, por desgracia o por fortuna, solo hay uno.

Vale para lo que vale, un aperitivo bajo en calorías en tu dieta de terror.
Por qué me da la impresión de que los directores querían de todo menos eso.