Meterse en algo esperando mucho y no encontrar demasiado hace a menudo que la sensación final sea injusta y la valoración nada objetiva. Soy plenamente consciente de que de otra manera es muy posible que hubiera asimilado mejor el contenido de esta mezcla de película policíaca y cine negro con grandes dosis de lirismo y romanticismo. Esperaba más de "La casa en la sombra", no porque aparezca Robert Ryan, pésimo desde principio a fin, sino por Nicholas Ray y todo lo que se ha dicho de él, porque sus maneras apuntan a un cine cargado de idealismo, así que esperando una explosión finalmente he percibido un simple chasquido. Esperar más de lo que se recibe es un grave problema.

Lo más desafortunado, elogiado por la mayoría, es la radical partición en dos mitades tan distintas, una parte primera urbana que se queda en nada, solamente sirve para trazar los rasgos del protagonista, y una segunda parte que almacena el verdadero interés de la trama. No entiendo este fraccionamiento tan brusco, la trama de la primera parte se resuelve repentinamente y me ha resultado muy forzado. Y de un ambiente cerrado y urbano a otro extremo, rural y abierto. El policía Ryan evoluciona y se convierte en otro, momento en el que todo el mundo arranca a aplaudir porque es el lugar que Ray señala como crucial, la claudicación de una manera de ser en favor de otra. Pero yo no aplaudo, no, porque esperaba una redención más notoria, esperaba una mejor resolución del drama. Ese es el problema, esperaba más.