Películas así duelen. Para llegar a "Bamako" hay que ir a buscarla, no te la meten hasta en la sopa como las típicas producciones made in Hollywood. No mucha gente sabrá situar Mali ni aproximadamente en el mapa de África. Incluso habrán muchísimos más que ni siquiera sabían que existía un país llamado Mali. Sin embargo para muchos cinéfilos curiosos poder ver una película como "Bamako" supone una tentación exquisita, aunque sea intuyendo que lo que vamos a encontrar es mucha tristeza. Y no hay peor tristeza para el tercer mundo que la realidad.

"Bamako" mezcla la exposición de unos hechos indiscutibles en relación a la posición de Mali en el contexto de la vorágine de la economía global, en el patio de una casa, tal como suena de raro, con la vida de aquellos que pululan por ahí. Los hehos son terribles, Mali es uno de los países más pobres del planeta y tiene todos los problemas que nos podamos imaginar. Hay oradores que acusan a la deuda endémica del país, imposible de eliminar, otros que señalan a la corrupción y hay quienes pretenden defender al primer mundo, como si el mundo occidental no tuviera la culpa. Y lo que interesa de "Bamako" es que no hay salida, que ya se trata de un país en depresión, con tanto daño causado que los hay que ni tienen ganas de jugarse la vida cruzando el desierto para intentar llegar a Europa. En ese patio, improvisadas cortes que juzgan la situación del país, somos testigos de lo concreto y de lo general. No es poca cosa.

En mi memoria va a quedar siempre la canción que en dos ocasiones canta una pobre chica que, como la mayoría, quiere irse bien lejos de ahí. Es una lástima que los subtítulos de la copia que he conseguido no aclaren la letra de la canción. Pero casi da igual. Las lágrimas que caen de sus ojos en la segunda ocasión que canta esa canción lo dicen todo. Yo creo que ni siquiera está actuando, eso no tiene nada que ver con las lágrimas artificiales todos conocemos... Eso es llorar de verdad...