Si la filmografía de Takashi Miike consta de mil películas, ¿hay alguna en la que podamos estar tranquilos diez minutos? Hablamos de un director coherente que puede que no tenga un público masivo (al menos en occidente), pero posee una manera de hacer cine a la que está aferrado desde siempre y le funciona. Está claro que el que no sepa quién Miike a estas alturas mejor que lo deje, o no, que se meta y no saldrá. Para mí es una referencia a la que debo acudir siempre que lo necesito, sabiendo por supuesto qué voy a encontrar, sabiendo que no me va a decepcionar y que recibiré lo que busco.

A Miike le mola dejar al espectador exhausto, la mayoría de sus personajes son criaturas desalmadas del mundo yakuza, o tal vez no es que sean desalmados y simplemente son coherentes como él, viven al margen de todo y nos enseñan cosas que en nuestro día a día cotidiano no sucederían ni en mil vidas. Como conocer a una mujer (¿hombre?) andrógino que dispara con una cerbatana en su entrepierna, son ases en la manga que siempre usa Miike en sus películas, siempre dispuesto a sorprender y a escandalizar.

Ver esta batalla entre yakuzas es una más, con personajes variopintos, con mucha muerte de todo tipo, a navajazos, a ostias, a katanazos o como sea. La violencia siempre de la mano y sin complejos. No hay lugar para demasiado lirismo, ni poesía, ni contemplación. La muerte a su servicio. Y nosotros cuando volvemos a Miike ya sabemos que nos va a dar una paliza...