Si somos muy tiquismiquis (¿por qué no?) la única historia que tiene algún tipo de relación con algo muy propio de la capital japonesa es la última, que apunta a un fenómeno extraño que tiene que ver con el colapso social que afecta a ciertos individuos que se aíslan y se encierran en sus domicilios. Incluso habría alguien que podría decir que es un fenómeno que afecta a toda la sociedad urbana, más allá de la japonesa, pero no cabe duda que sí es algo que sucede y seguirá sucediendo en Tokyo. Las otras dos son más generalistas, podrían suceder en territorio japonés y podrían suceder en Guinea Ecuatorial o en el Tirol austríaco. No por ello, las dos primeras historias son peores, pero ante un título con una exclamación incluida los tiquismiquis como yo (y no soy el único) podemos armarnos de razón para apuntar algo así.

Dicho esto, da la casualidad que la más alejada de cualquier esencia de cultura japonesa es la peor, iba a decir que es una mierda, porque ese es su título precisamente, y es que la historia del hombre de las cloacas es tan patética y lamentable que sin duda rompe totalmente con el equilibrio de mínima calidad que sin duda sí tiene la primera historia y sobre todo la última. Analizar y valorar películas hechas a retazos, con capítulos distintos, tiene estas cosas: siempre hay una castaña. La primera historia al menos sí va a algún lado, siendo igualmente surrealista posee un mensaje... pero esa castaña de en medio es eso, una castaña. Suerte que la última deja buen sabor de boca...