No me parece excelente por culpa de su pésima banda sonora y el exceso de brutal melodramatismo en una secuencia con niños, innecesaria porque, precisamente, la insistencia incomoda pero no enriquece el drama. Pero, bueno, es una muy buena película, con un guión por demás complejo, maravillosamente resuelto, continuación perfecta de la sí obra maestra de este director Amores perros.

En estas nuevas vidas cruzadas con un elemento de unión, el retrato social de mundos diversos entre varios países y culturas permite un desarrollo magistral de lo que tanto interesa a este creador González Iñárritu: las dificultades de los seres humanos, cualquiera sea su condición, por articular sus sentimientos, sus necesidades más íntimas con el habitat que les rodea.

No creo que haya aquí un testimonio social y político, como se ha dicho: son historias de gente diversa procurando defenderse en situaciones de gran hostilidad de diverso tipo. Y si todo empieza en un ámbito pobre y desértico, acaba en otro muy distinto, de enorme riqueza, entes comunicantes en los que por igual se plantea el sobrehumano esfuerzo de hombres y mujeres, padres e hijos, jóvenes y adultos por expresarse con plena libertad, ser ellos mismos, y recibir a cambio incondicionales abrazos.

Una manera singular con un estilo muy personal para desbrozar poéticamente el camino de la búsqueda del amor, con sus miserias y sus logros, sus oscuridades y su luz.