No es una película lograda, se dispersa columpiándose en oscuras sensaciones, a partir de un personaje real, cuyos datos se encuentran con facilidad en la prensa, alrededor de 2007.
Lucy Cola está inspirada en Lisa Nowak, es decir, una inspiración que permite muchas libertades, dentro de una realización visualmente atractiva si uno se deja envolver por el misterio del personaje: una astronauta que vuelve a tierra en un estado de fascinación tan grande que no consigue adaptarse, e intenta recuperar aquel estado mágico dejándose llevar por una pulsión sexual.
El asunto, maravillosamente interpretado con más acciones que texto por Natalie Portman, es más dramático en los hechos reales, pero solo por conducirnos a los espectadores de cine hacia allí ya vale la pena resistir una película que por momentos aburre por su falta de tensión dramática.
A su favor encuentro muy interesante la difícil plasmación de ese estado en el que muchos seres creativos pierden el norte, al intentar aprehender de manera obsesiva compulsiva un estado gozoso alejado de la realidad convencional, las necesidades de cada día. Esto sí lo plantea muy bien la película en el choque cultural de la astronauta al volver a convivir con alguien de pronto muy distinto: un marido beato, Relaciones Públicas, siempre sonriente con los pies en la tierra... de allí su descalabro y proximidad al crimen...