Ganar unos Óscar no es tan dificil, el camino más fácil es hacer un musical. El segundo camino más fácil es hacer una película sobre teatro. Es lo que pasa en unos premios donde la inmensa mayoría del jurado, son actores.

Así pues, el éxito de Birdman en dichos premios estaba garantizado, probablemente calculado, una película que nos habla del actor y del teatro no podía fallar.

No obstante tiene sus virtudes: las actuaciones de Keaton y Norton son portentosas, y la manera en que le lanza a Keaton paralelismos sobre su propia vida a la cara es muy interesante. Es una película indudablemente original, un adjetivo que es un arma de doble filo que, por desgracia, se vuelve en su contra. El director busca demasiadas formas de hacer una película diferente y las mete todas, resulta en algo pretencioso y desconcertante, es una orquesta con demasiados sonidos.

Los defectos son graves: es una película muy errática, con momentos brillantes (fundamentalmente por las interpretaciones) y tramos francamente aburridos que desafinan. ¿Por qué no nos genera angustia? Sencillo: el plano secuencia la hunde como drama. La película podía sobrevivir a su surrealismo, se entiende como parte del delirio de una mente enferma, pero unido al plano secuencia se vuelve una película irreal.

En fin, una obra compuesta al milímetro para los premios pero que aborrecerá a la audiencia, bienvenido sea el regreso de Keaton en cualquier caso. Por la puerta grande.