Tras este desacertado título en castellano, se esconde un thriller resultón con el suficiente interés y las sopresas que son regla en el género.
Tiene toques de cine negro y le saca partido al tema de la amnesia, un trastorno no tan común como parece, pero que siempre da mucho juego.
La trama está muy bien construida, para que no veamos venir el final ni en broma. Sabemos lo mismo que el protagonista, lo cual es el enfoque más acertado posible. Además, el guion va al grano y no se enrolla. Es bastante corta. Aunque supongo que todo el mérito inicial se le debe a la novela original.
Bob Hoskins hace de un carismático detective. El aspecto de este actor siempre le dio papeles con un inevitable toque cómico.
Me llama la atención el efecto visual del cristal roto con forma humana. Hoy lo harían por ordenador, pero en 1991 se tuvieron que dar un buen trabajo para algo que dura menos de tres segundos en pantalla.
Es una película para prestar atención, y desafiar a cualquiera que la vea a que adivine el final si es capaz.