Hay dos tipos de películas de asesino en serie sofisticado e inteligente: Las buenas como “Seven”, las menos buenas que se parecen a “Seven”, y las malas como esta que quieren ser como “Seven” y no pueden.
Que las muertes simulen obras de Goya podría haber dado juego para una buena investigación en el Prado sobre la historia del pintor, pero por lo visto pensaron que es mejor aburrirnos con una Maribel Verdú amargada y una Aura Garrido no tan insoportable, pero igual de sosa hasta cuando se emborracha y canta en karaoke. Y si los casos tienen bastante poca enjundia, y los personajes quieren ser interesantes pero son más aburridos que un lunes por la mañana, ¿qué nos queda? Pues bien poco, ya que esperar que pase algo que llame la atención entre miradas continuas al reloj, no es sinónimo de entretenimiento ni de buen cine.
Los secundarios están también para matarlos. Los interrogatorios tienen menos chispa que los chistes de “Siri”.
Me recuerda a un poco a las adaptaciones que se han hecho de las novelas policíacas de Lorenzo Silva. A saber, que quiere ser buena, pero la falta de emoción y de ganas, la frialdad y el automatismo con los que está filmada, terminan formando algo francamente aburrido. Y eso que es bastante corta, pero se hace tan pesada como “El irlandés”.
Por ejemplo, ¿cuántos minutos gastan enseñando como Maribel Verdú fuma, bebe y conduce? Por cierto, puede que estuviera ofuscado por el sueño que me estaba produciendo, pero me ha parecido que en uno de esos momentos pasamos del día a la noche en un solo corte de plano. Insisto, se me estaban cerrando los ojos del tedio, pero para mí que lo vi.
Es insulsa como ella sola. No me extraña que no haya tenido éxito.