Ben Kingsley es un actor que ha hecho absolutamente de todo, incluso cine bastante malo sobre todo en la fase final de su carrera, pero siempre será recordado por sus papeles en "La lista de Schindler" y, sobre todo, por este biopic del famoso defensor de los derechos de los hindúes en la época colonial británica.
El prestigio del film está perfectamente justificado, y no hace falta ser un crítico lumbreras para apreciar todos sus valores.
La vida de Gandhi es realmente interesante y merece ser contada, pero el director lo hace además extremadamente bien, apoyado en unos actores que están a la altura.
Kingsley se mimetiza con el predicador de la no violencia, y junto con él sufriremos las injusticias de esta situación política. Su lucha pacífica es todo un ejemplo para la Humanidad, y la película consigue transmitir perfectamente su mensaje y legado, mientras aprendemos este contexto social.
Es decir, que tiene tantas virtudes de cine, como si lo consideramos un documental que nos enseña lo que pasó.
Las actuaciones son descomunales, la narrativa y la puesta en escena también. Hay algunas secuencias tremendamente emotivas a lo largo de todo su larguísimo metraje. Curiosamente, en este caso no se me hace pesada su enorme duración, porque no le sobra nada.
En definitiva, un gran clásico del cine de los 80, absolutamente imprescindible y de visionado obligatorio para todo cinéfilo que se precie de serlo.