Segunda aparición del famoso 'Jason Voorhees' y de su madre. Con la misma premisa que la primera película, nos encontramos con esta segunda parte, que mejora lo que había.

Steve Miner, que dirigiría también la tercera entrega, dirige la primera secuela de 'Viernes 13'. El director demuestra que la elección de Sean S. Cunningham para la primera fue un error, pues pocas veces la secuela supera a la original, sobretodo cuando el éxito es tan grande como en este caso. Miner aprovecha mejor el entorno y crea más suspense, además de filmar los asesinatos de manera bastante más vistosa. El guión es practicamente el mismo que en la primera, con la salvedad de que aquí los desagradables acontecimientos están más recientes cuando ocurre la historia que nos cuenta.

Amy Steel es más o menos la protagonista, aunque no tiene más minutos en pantalla que muchos de sus compañeros de reparto. Mejora bastante lo que hizo Adrienne King un año antes, aunque su interpretación tampoco quedará escrita en los libros de historia. John Furey es el clásico actor de tercera que tanto abundaba en los ochenta, y meterse en un slasher tampoco ayuda demasiado a demostrar si realmente tiene algo dentro. Adrienne King y Betsy Palmer salen diez minutos entre las dos, con lo que valorarlas sería un tanto absurdo, aunque sí que puede decirse que sigue acojonándose de puertas para adentro, porque desde fuera no vemos nada de eso.

Resumiendo, que es gerundio: segunda película en dos años de 'Viernes 13'. Aquí ya se vio que la saga iba para largo. Lo mejor de la cinta son, sin duda, los asesinatos, que están bien rodados (dentro de los medios que tenían) y son de lo más variado. Es mejor que la anterior, pero sigue sin tener un nivel destacable. Está llena de escenas míticas, eso sí.