Primera película en Cinemascope que obtuvo un éxito rotundo de público. Tanto, que poco después se hizo una continuación (muy raro para la época) de la historia con Victor Mature como protagonista principal en Demetrius y los Gladiadores.

Aprovechando la época de Semana Santa, me lancé a ver esta Túnica Sagrada y su continuación y puedo salir satisfecho de ambas producciones. Con esta película que nos toca ahora, un peplum de los de antes, dirigido con fundamento y profesionalidad por Henry Koster (El Invisible Harvey). Un director más acostumbrado a las comedias demuestra aún así que sabe manejar presupuestos grandes y crea una película lujosa, de gran poderío visual, vestuario acorde con el estándar de la producción y una estupenda dirección artística. En cuanto a la historia y la chicha que la rodea quizás flojea más por la ingenuidad con la que se maneja a los protagonistas. Así, el final peca de ese mismo adjetivo, y para salir del conflicto se saca de la manga la facilidad de la conversión y la fe inquebrantable de un compungido Richard Burton (¿Quién teme a Virginia Woolf?) que encarna a un patricio romano acomodado. Con estas cartas sobre la mesa donde entran en juego el paganismo, el poder, el cristianismo y la fe, el guión sabe enfocar la acción a la no presencia de Jesucristo dando una especie de protagonismo a la túnica que llevó el profeta el día de su crucifixión. Aquí, Koster deja claro, con gran conocimiento del hecho del momento en que los romanos juegan a los dados sobre la prenda de ropa e incluso se la juegan a una partida. Y muy bien filmado ese momento, ignorando el padecimiento del hombre en la cruz y la devoción con que el personaje de Victor Mature mira hacia Jesús (que no se ve) en ese momento de agonía... todo esto en una escena que considero la mejor de la película, llena de fuerza interpretativa y a la vez muy ilustrativa.

El resto del cast está muy bien elegido: Jean Simmons (Espartaco) cumple muy bien el papel de amada convertida, Jay Robinson como un desequilibrado Calígula (El Favorito de la Reina) y sobre todo un gran Michael Rennie (Ultimátum a la Tierra) confiriendo un porte casi místico a Pedro, y capaz de llenar la pantalla cada vez que aparece en el encuadre.

Es esta una película entretenida, con una mirada diferente a los inicios del cristianismo en que subyace el punto débil de algunas producciones de la época: el buenismo alejado de la crítica y donde sólo reside la moral del buen cristiano, poniendo al paganismo como un nido del mal.