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Polonia Polonia · Galitzia
Voto de Valkiria:
10
Drama Don Birnam (Ray Milland) es un escritor fracasado a causa de su adicción al alcohol, adicción que lo ha destruido física y moralmente y lo ha convertido en un hombre desprovisto de voluntad. Con tal de seguir bebiendo es capaz de todo, incluso de robar. Tanto su novia (Jane Wyman) como su hermano intentan por todos los medios regenerarlo, pero sus esfuerzos parecen estériles. (FILMAFFINITY)
26 de julio de 2009
42 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Malditas casas de empeño, capaces de canjear abrigos por armas...

No sé si es la película que mejor aborda el drama del alcoholismo (irse de moña de cuando en vez es otra historia; saludable para el espíritu y para rebajar los niveles de colesterol: me lo dice mi médico, que es un chuzas).

Se me vienen a la cabeza, un Jack Lemmon retorciéndose de desesperación buscando la botella en el invernadero o una Lee Remick triste y demacrada, que sufre lo indecible porque cuando no está borracha, el mundo le parece sucio. Es decir, pienso en la gran obra de Blake Edwards, “Días de vino y rosas” y que creo que es ésta la que mejor retrata el asunto que nos traemos entre manos.

En “Días sin huella” Ray Milland, alcohólico hasta las trancas, casi llega a convencernos, con apenas dos tragos, de que lo suyo es arte: "Puede que (el alcohol) me destroce el hígado, pero ¿qué le hace a mi cabeza? Soltar el lastre para que el globo se alce... dejo de ser un tipo corriente, ¡Soy uno de los grandes genios! ¡Cruzo las cataratas del Niágara como un funámbulo, ¡Soy Miguel Ángel modelando la barba de Moisés! ¡Soy John Barrymore antes de que el cine lo ahogara! ¡Soy Jesse James y sus dos hermanos! ¡Soy William Shakespeare! Y aquello de allí afuera ya no es la tercera avenida... ¡Es el Nilo! Por él se desliza la barcaza de Cleopatra."

¿Quién se atreve a rebatir tan sublime argumentación? Yo no. Pero extralimitarse convirtiendo para un alcohólico su patética condición en una panacea contemplativa de las siete maravillas del mundo o de las artes divinas, es tendencioso. Casi me engaña, casi le doy la razón... hasta que cómo no, a la mañana siguiente revela al camarero de turno: “por la noche, sólo es un trago, pero por la mañana una medicina”. ¡Por qué no abres el puto bar antes! Ahí está el desastre.

Milland es escritor. En la Universidad, decían de él que tan brillante era que sin esfuerzo alguno podría convertirse en un gran Hemingway. Hay que ver... la imagen tan inconfundible del escritor alcoholizado se reitera hasta la saciedad en el cine. Y siempre, cargando las tintas “contra” Hemingway. Como diría un amigo, “santos bebedores” ¿qué haríamos sin Ernestos Hemingways”. El mundo sería más triste. ¿No?

Pero lo de Milland, en “Días sin Huella”, no es arte. Arte es brindar con un Moet Chandon Brut por La Traviata.

A destacar la fotografía de Seitz, la banda sonora, los planos secuencia del gran Wilder, la interpretación de Milland, el guión y la narración: esa forma en que nuestro protagonista nos relata entre trago y trago, la historia de su desdicha. Soberbios diálogos. A destacar también la interpretación de Jane Wyman (con la de viñedos que tenía Angela Chaning...).

Denuncia: “La ley seca incitó a la mayoría de los que hoy son alcohólicos”.
Y eso... precaución, amigos conductores.
Valkiria
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