Producida por la factoría Spielberg, fue dirigida por Rob Marshall ("Chicago", 2002). Adapta al cine la novela homónima (1997) de Arthur Golden. Se rodó en exteriores de Japón y California y en los Estudios Culver/Sony. El barrio de las geishas se montó en el rancho Ventura, próximo a LA. El rodaje se prolongó durante 4 meses, con un presupuesto estimado de 85 M dólares. Nominada a 6 Oscar, obtuvo 3. Ganó otros 13 premios. Se estrenó el 9-XII-2005.

La acción tiene lugar en el barrio Gion, de Kyoto, entre 1929 y 1950. La mayor parte de la acció se desarrolla en la Okiya Nitta, la casa de geishas de los Nitta. Narra la historia de Chiyo, una niña de 9 años, hija de pescadores, vendida junto con su hermana Satsu. Chiyo es adquirida como sirvienta por una casa de geishas y Satsu por una casa de lenocinio. La primera parte explica las duras condiciones de vida de Chiyo (Suzuka Ohgo), acosada por Hatsumono (Gong Li), geisha presumida, celosa y cruel. La segunda parte, que se incia en 1936, explica el éxito y ascensión de Chiyo como geisha, formada con desvelo por Mameha (Michelle Yeoh), geisha legendaria, movida por razones que de momento no se desvelan. Chiyo cambia su nombre por el de Sayuri.

La película describe con riqueza de detalles las dos etapas de la vida de la chica, renunciando a explorar el mundo interior de la protagonista. La vida de la muchacha se desarrolla como un calvario infantil, seguido de un triunfo inesperado, pese a las difamaciones e intrigas de la envidiosa Hatsumono. Las geishas no son prostitutas, pero Sayuri es obligada a vender su virginidad al mejor postor, dados los efectos conmovedores de un episodio de este tipo. La falsedad del hecho motivó que la antigua geisha, en cuyo relato se basa la novela, demandara a la productora del film. La obra no incluye ninguna crítica contra el carácter servil e indigno de la profesión. Expone con complacencia la situación de las mujeres explotadas como geishas, a las que se les prohibe el amor, la práctica del sexo y las demostraciones de afecto. El éxito de Sayuri es objeto de magnificación y exaltación en un marco poco recomendable de machismo delirante.

La música juxtapone instrumentos de cuerda clásicos e instrumentos étnicos (el "shanisen" y otros). La soledad de Chiyo se expresa mediante solos bajos de cello y la preminencia del presidente (Ken Watanabe) mediante solos altos de violín. La percusión explica el dolor de la chica. La fotografía hace uso preferente de los colores sepia, que confieren un aspecto avejentado a la narración. La coreografía de John DeLuca es espectacular. El guión incluye un giro final, que se esboza de forma incompleta y engañosa. La interpretación es solvente, pese a que las 3 actrices principales son chinas. La dirección exagera el componente lírico y melodramático del film.

La película suma elementos de Cenicienta y Pigmalión. Acusa una lamentable ausencia de espíritu crítico y un injustificable exceso de complacencia.