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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
5
Bélico. Drama En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una misión aparentemente imposible. En una carrera contrarreloj, deberán atravesar el territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un mortífero ataque contra cientos de soldados, entre ellos el propio hermano de Blake.
12 de enero de 2020
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace no mucho, había un anuncio en TV donde un hombre de mediana edad echaba pan a las palomas en un parque. De repente, el hombre era consciente de que, en el banco de al lado, otro hombre, este ya anciano, hacía lo mismo. La cara del más joven reflejaba entonces la preocupación del "ya no me queda tanto" y justo ahí entraba el nombre del plan de pensiones que se anunciaba. La vejez es un tema universal que nos afectará a todos, incluso a los que nunca llegarán a ella, (porque no se podrá evitar ir teniédola cada vez más presente, sobre todo desde que se sale de la única época en que uno es inmortal, la adolescencia). Por eso, un anuncio tan tonto ganaba la batalla sentimental de calle, sin oposición por parte del espectador. Es fácil violar espectadores con caballos de batalla sentimentales ganadores.
De esto me acordé viendo 1917. La pintura de los cuatro jinetes del Apocalipsis desatados es otro caballo de batalla sentimental que no va a encontrar resistencia por parte del subyugado público. Sam Mendes parece intuirlo, y por eso se recrea tanto, y nos hace recrearnos, en la parte inapelable, la que va al hígado más que al corazón: la visual. Y la pintura del horror siempre ha hipnotizado, más si es detallada. Que le pregunten a pintores como Brueghel el Viejo, o a los barrocos como Valdés Leal, o a los escultores funerarios autores de "transi-tombs" (representación del cadaver en estado de descomposición), o a tanto cine de serie B y no tan B. Pero en otras épocas pasadas, más acostumbradas a la convivencia con la muerte, estas representaciones solían añadir a su universal fascinación figurativa un interés moral o didáctico. Y aquí es donde Mendes viola espectadores: parece que moraliza con el eterno mensaje antibelicista pero, en realidad, eso lo hace por sí mismo el caballo ganador del tema elegido. No lo hace Mendes, quien se limita a coger el pincel de forma detallada y aun detalladísima para hacer un "transi tomb", a sabiendas que el gafapasta de turno, la parejita, el escéptico, el grupo de amigos, todos nosotros, sentados en nuestras butacas, no tenemos este paisaje cotidiano, precisamente (gracias a Dios), y que por eso tendrá fácil hipnotizar con el horror del detalle exacto. Las trampas se notan por todas partes, como las costuras de ese eterno plano secuencia: se notan en la música, en el aspecto de videojuego de la película (de esos tipo "shooter", donde el jugador adopta el mismo punto de vista que el protagonista); se notan en los tours de force obligatorios y en la invulnerabilidad del personaje. Así que, para mi gusto, tenemos una película bastante infantil camuflada, eso sí, con cara de preocupación de señor sentado en un banco de parque. En la sala donde la vi nadie soltó el joystick y todos aguantamos hasta el final, eso sí. Mendes es un pintor cojonudo de esos de hiperrealismo.
berenice
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