La película no es original en la temática, pero sí en el discurso, de eso no cabe duda. Consigue entretener sin caer en el vacío narrativo e interpretativo y tiene toques de humor negro sinceramente extraordinarios.

Es cierto que Tarantino da la sensación de autoplagiarse a lo largo de sus filmes, y, por supuesto, "Malditos bastardos" no es una excepción. Tiene planos secuencias que parecen ser los mismos que los empleados en Kill Bill, travellings casi exactos que en varias películas de este director de Tennessee. Podría variar un poco, intentar ser original consigo mismo, aunque funcionan estos métodos, a los que le seguimos en todos sus filmes le exigimos innovar.

En cuanto a la historia que trata la narración, todo marcha muy bien hasta la escena de la proyección del cortometraje "Nation's pride", donde Tarantino se pasa de listo y comete fallos de primerizos. Me explico: se carga al personaje de Hans Landa, brillante durante todo el filme, el gran motor de la historia, y lo convierte en un pardillo, en un ingenuo, es decir, le transforma en otro personaje en apenas cinco minutos. La película va perdiendo credibilidad en su propia diégesis poco a poco hasta llegar al excentricismo absurdo e innecesario, con escenas más propias de películas de Steven Seagal o Chuck Norris y con un desenlace que, a mi juicio, destruye a Hans Landa y hace que esta obra pase de obra imprescindible a obra que merece la pena ver.