"Saló" es una demostración empírica de lo aburrido que es observar constantemente lo mismo. Escena tras escena, se suceden imágenes sobre torturas, sodomía, lesbianismo, asesinatos o coprofilia sin descanso, es decir, sin subtramas, sin giros de guión, sin ninguna escena, salvo alguna gloriosa excepción, que varíe el tono o el ritmo. Es más, incluso cada escena sigue el mismo ritual, la misma cantinela. Todo plano, todo sin ondulaciones. Es como ver un cuadro igual cambiando los colores: aburrido.

Lo explícito causa morbo en el público. Curioso, puesto que es algo que pueden ver todos los días, en sus propias vidas, en su propia existencia. Vende. Sin embargo, el placer de observar y reflexionar lo implícito, el placer de imaginar lo que ha ocurrido o, al menos, sugerirlo, es mucho más estimulante para nuestros cerebros. Viendo esta película mi cerebro ha trabajado muy poco.

Decepcionante, me esperaba algo más inteligente de una obra tan conocida.