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Voto de floïd blue:
3
7,4
64.460
Romance. Aventuras. Drama
Libremente inspirada en la obra homónima de la escritora danesa Isak Dinesen. A principios del siglo XX, Karen (Streep) contrae un matrimonio de conveniencia con el barón Blixen (Brandauer), un mujeriego empedernido. Ambos se establecen en Kenia con el propósito de explotar una plantación de café. En Karen Blixen nace un apasionado amor por la tierra y por las gentes de Kenia. Pero también se enamora pérdidamente de Denys Finch-Hatton ... [+]
7 de septiembre de 2010
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entré en el salón y vi el cadáver sentado sobre el sofá. La expresión en su rostro era la de un auténtico gilipollas. Tenía el cuello rígido. A la vista no había señales de violencia en su cuerpo.
Mientras un agente hacia fotos otro probaba las palomitas que estaban por el suelo. El sargento olfateaba el hedor que invadía el ambiente.
-Lleva cagao al menos un par de días. Restos de vómito impregnados en su camisa. Colillas apuradas hasta el filtro en el cenicero: Ducados. En el vaso de la mesita queda un poco de... whisky… Es… Cardhú, seguro. –Cogió el vaso y lo puso bajo sus narices-. Sin restos de agua ni sustancia alucinógena ni polvos soporíferos o mortales…
Frente al muerto, el televisor seguía encendido pero no emitía nada. El dvd se había apagado, probablemente de forma automática.
-¿Qué, jefe? ¿Ya va a poner la tele?
El imbécil del sargento no perdía ocasión para pinchar. Sabía que yo era el mayor peliculero que podía haber. Le hice caso omiso y me rasqué los huevos mientras detecté que el muerto, con la cabeza tiesa, tenía una palomita metida en la nariz. Apenas asomaba.
-¿Qué, jefe? Parece un infarto…
-Pero no lo es. –Apreté el botón del dvd y saqué la película: Memorias de África-. Lo suponía. Un bestial ataque de meningitis. Pobre hombre. Una muerte atroz. Seguramente intentó ver las memorias de África hasta el final.
El sargento fastidiado, entornó los ojos. Volvió a darse cuenta por qué yo era el jefe.
Mientras un agente hacia fotos otro probaba las palomitas que estaban por el suelo. El sargento olfateaba el hedor que invadía el ambiente.
-Lleva cagao al menos un par de días. Restos de vómito impregnados en su camisa. Colillas apuradas hasta el filtro en el cenicero: Ducados. En el vaso de la mesita queda un poco de... whisky… Es… Cardhú, seguro. –Cogió el vaso y lo puso bajo sus narices-. Sin restos de agua ni sustancia alucinógena ni polvos soporíferos o mortales…
Frente al muerto, el televisor seguía encendido pero no emitía nada. El dvd se había apagado, probablemente de forma automática.
-¿Qué, jefe? ¿Ya va a poner la tele?
El imbécil del sargento no perdía ocasión para pinchar. Sabía que yo era el mayor peliculero que podía haber. Le hice caso omiso y me rasqué los huevos mientras detecté que el muerto, con la cabeza tiesa, tenía una palomita metida en la nariz. Apenas asomaba.
-¿Qué, jefe? Parece un infarto…
-Pero no lo es. –Apreté el botón del dvd y saqué la película: Memorias de África-. Lo suponía. Un bestial ataque de meningitis. Pobre hombre. Una muerte atroz. Seguramente intentó ver las memorias de África hasta el final.
El sargento fastidiado, entornó los ojos. Volvió a darse cuenta por qué yo era el jefe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El fallecido quedó entusiasmado pronto al llegar a la secuencia en que el tren se detiene en mitad de la sabana para que el cazador pueda dejar el marfil. Ella se asoma desde el vagón y en ese momento se conocen. Una secuencia romántica de las mejores que había visto en su vida. Una secuencia altamente expresiva en la que se adivina de una forma clara que ambos se han enamorado, un interesantísimo preludio, pero la escena queda huérfana para el resto de la película porque a partir de ahí la película se pierde en un excesivo metraje, anodino, que no se puede aguantar sin sufrir un mortal, pero mortal del todo, aburrimiento.