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Voto de Antonio Morales:
8
Drama América, años treinta. Chuck Glover (Montgomery Clift) es un funcionario del Gobierno del Valle del Tennessee, encargado de expropiar las tierras ribereñas, cuyos habitantes sufren con frecuencia los devastadores desbordamientos del río. El objetivo es, además de evitar catástrofes, construir una presa hidroeléctrica que garantice el progreso de la región. Pero ese proyecto exige la demolición de las viviendas de una pequeña población y ... [+]
1 de diciembre de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Río Salvaje” narra la expropiación de una vieja propietaria sureña que ante la construcción de una presa en el río Tennese es obligada a abandonar sus tierras. Ante la negativa de la anciana Elle Garth (Jo Van Fleet) a dejar sus propiedades, la Tennesse Valley Authority envía a un empleado, Chuck Glover (Montgomery Clift) para disuadirla. El funcionario va a encontrar a una inesperada aliada, la nieta de la anciana, Carol (Lee Remick), una joven viuda que vive allí con sus dos hijos sin decidirse a rehacer su vida. Estamos en los años 30 que bajo el mandato de Roosevelt, se crearon muchos pantanos. En ese contexto socio político, con esos personajes y ese tema Kazan filma una película que fluctúa armónicamente entre la narrativa y la poesía, además de una gran belleza visual.

El ambiente que encuentra Chuck a su llegada no difiere mucho del que esperaba: ese atávico racismo consentido, una fila de desempleados esperando el reparto de ayudas para cuyos miembros no existe la idea del progreso; una triste oficina a la que parece haberse filtrado algo de la melancólica pereza sureña (siempre me he preguntado, porqué la pobreza económica y el atraso histórico, siempre anida en el sur, de España, de Italia, el sur de Europa, el sur de EEUU, el sur del continente americano). Chuck va descubriendo un mundo cerrado, a la vez que empieza a considerar las razones de quienes lo habitan, aunque no crea en ellas y no las comparta.

Pero en el fondo, aparte del conflicto social y también de la historia amorosa narrada con gran delicadeza, está el carácter de la tierra, las cualidades del paisaje, una mirada elegíaca de Kazan hace suya a través de la que Chuck arroja hacia todo ello, en parte admirada, en parte desconcertada, siempre interrogativa. Y, tratándose de un cine de miradas, de tono, de atmósfera, de cadencias poéticas, es lógico que lo que más conmueve son esas miradas. Una historia llena de sensibilidad y humanismo reflejado en cada encuadre a veces evocadores a veces violento. Todo ello gracias al trío protagonista, que transmiten perfectamente esas emociones.

La dicotomía entre lo nuevo y lo viejo; el apego a unas raíces; el mitológico sur de “Pinky”, de “Mar de hierba”, de “Baby Doll” o de “Un tranvía llamado deseo”, queda de nuevo en evidencia pero por suerte esta vez el cineasta está más cerca de Faulkner que de Williams. Elle es la última pionera de una raza que debe perecer como un personaje incapaz de asumir su integración dentro de otra colectividad. El Cinemascope y el Tecnicolor ayuda a dar al entorno un tono físico que se inscribe dentro de la acción como elemento unitario; predominio de colores ocres y terrosos; la neutralidad del vestuario; la apertura a grandes espacios, alejado de una belleza estereotipada y uniforme. Kazan decide no especular con los sentimientos y realiza, en mi opinión, su film más americano.
Antonio Morales
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